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Idioma Abipon
Noticias de los indios abipones según Barcena, Techo, Lozano, etc. Desde la conquista hasta nuestros días
Los Abipones según el padre Dobrizhoffer
Capítulo XXI
De las costumbres y modo de ser de los Abipones (Tomo II, capítulo XV)
No todo entre los Bárbaros bárbaro es, dice el buen Padre.
Los Abipones dejan ver en su rostro y en su apostura cierta alegre modestia y seriedad viril, al que está con ellos. En todo son moderados. Cuando se reúnen de ordinario, todo procede en paz y tranquilidad. Toda expresión descompuesta y mordaz la evitan. Les agradan las galas en el decir, pero no se advertirá una palabra deshonesta. Amenizan sus viajes con relaciones festivas, pero no se oye una expresión que raye en lo material. Si se suscita alguna cuestión ella se resuelve con sangre fría. Todo esto empero se dice del Abipon sano y sin licor; porque cuando ebrios sueltan la rienda á sus iras y arde Troya.
Cuando todo va bien oyen al que habla con atención y cultura, sólo se permiten alguna exclamación de asentimiento ó aplauso.
Lá, es la voz de salutación entre ellos, como entre los Tobas y Mocovíes.
Es costumbre de ellos saludar á todo transeúnte y preguntarle á dónde va, y es tan inveterada la costumbre que no la omiten ni cuando están en el campo haciendo aguas, y eso que son tan circunspectos en lo demás.
Ya se dijo que más bien se inclinaban al cambio que á la multiplicación de mujeres; muchos se atienen á una sola. La incontinencia habitual con cualquiera ni nombre tiene entre estas gentes. Mozos y mozas son alegres, pero jamás se entreveran los sexos.
Bárbaros se han mostrado los Abipones, inhumanos, feroces, lo confiesa el Padre, pero contra aquellos que tenían por sus enemigos.
El hurto no se conoce entre ellos. Una vez resultó que hubo un robo, y se descubrió que había sido la autora una cautiva: en seguida le dieron muerte, y ni los ruegos y amenazas del Misionero bastaron para salvarla del suplicio.
Admirable es cómo soportan las fatigas de larguísimas jornadas, algunas de ellas de más de 300 leguas. Para ellos, ríos caudalosos, vastos bañados, más peligrosos que los rios, nada son, los salvan á nado. Cruzan á través de campos extensos sin agua y sin leña. Cabalgan días enteros en aperos más duros que una tabla y sin estribos para los pies. La mano carga con el peso de una larguísima lanza. Los caballos, por lo general, son trotones y tienen que dejarles los cuerpos molidos. En cabeza sufren el rajo de sol, la lluvia de días enteros, la tierra y el huracán. Si calienta el tiempo se bajan el ropaje y lo dejan colgar de la cintura; acuden entonces mil sabandijas y les quedan los cuerpos chorreando sangre. Comen las aves que cazan.
El agua la levantan donde la encuentran y se la disputan á los tigres, serpientes, mosquitos y otras alimañas. El suelo duro, caliente ó mojado es su lecho, y cuando llueve pasan la noche en vela en medio del agua. Pasan días y noches sin dormir y sin comer, para bombear y salvarse de una sorpresa. Esto hacen, esto sufren los Abipones, dice Dobrizhoffer, sin prorrumpir en esas quejas y exclamaciones en que abundan los europeos, cuando algo los contraría.
Ello se explica: lo que para nosotros es sufrir con paciencia, para ellos es la misma naturaleza. A esto conduce ese crucificarse y martirizarse desde chicos. El prurito de la gloria que les toca en suerte al adquirir fama de valientes, les hace invencibles, los obliga á callar.
La mujer Abipona se lo pasa todo el día en sus quehaceres. La ropa para el marido, para los hijos es su cuidado. Ella cocina, ella se procura la algarroba, ella la muele, ella la convierte en chicha ó aloja, ella se busca la leña y acarrea el agua.
Como catecúmenos, los más dóciles son los viejos y las mozas. A las viejas les cuesta dejar sus costumbres, los mozos dejan de hacer sus proezas, entre las cuales deben enumerarse el cortar las cabezas á los españoles, y pillarles las haciendas. La mujer Abipona no sólo es casta sino también sobria. Ella, es cierto, le prepara la chicha para el marido, pero no la prueba; agua y agua sola es la que bebe. Esto no quita que entre sí libren batallas por cualquier friolera, por un velloncico de lana, ó el alma de algún pariente. Si esto hacen sin vino ¿qué no harían con él?
Los varones, por el contrario, á no ser en sus borracheras, observan una paz inalterable en sus tratos y son enemigos de toda gritería, discordia y descompostura. ¡Ojalá los cristianos imitasen su amabilidad, su honestidad, su tolerancia, su perseverancia! i Ojalá tantas virtudes de los Abipones no se viesen overeadas con manchas negras como sucede con la piel del tigre!
Así acaba el buen Padre para pasar á darnos una idea de la lengua de estos Indios. Da tristeza pensar que Indios con tanta nobleza de carácter y tantas prendas admirables se vean destinados á la extinción, porque se resisten á recibir esa civilización europea que les es postiza y porque con sus matanzas intestinas é infanticidios ayudan á las pestes á hacer desaparecer tan interesante nación; pero da también grima el saber que mucha parte de su exterminio se debe á la codicia del europeo por las tierras de estos pobres indígenas.
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