Por sus condiciones naturales, las tierras de Las Tumanas fueron escogidas como lugar de residencia de los pueblos aborígenes de la región. Más tarde, las órdenes jesuitas establecerían una unidad productiva que incluía viñedos, sembrados de cereales, cultivo de frutas y hortalizas e instalaciones de elaboración de productos básicos. Con la expulsión de los jesuitas en 1776 el emprendimiento fue abandonado.

A unos 500 metros del curso del río Las Tumanas se encuentran decenas de morteros. Algunos están dispuestos hasta un número de seis sobre una roca comunitaria más o menos plana, tienen un diámetro de unos 25 centímetros y una profundidad un poco mayor. Las manos de moler eran de unos 50 cm. de largo por 9 de diámetro y un peso superior a los 7 kg.