La Pipa Sagrada. Alce Negro

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5. Wiwanyag Wachipi: La Danza del Sol

La «danza que mira al sol» —wiwanyag wachipi— es uno de nuestros ritos más grandes y fue instituido muchos inviernos después de que nuestro pueblo recibiera el Calumet de la Mujer Bisonte Blanco. Se celebra todos los años durante la luna del engorde (junio) o la luna de las cerezas que ennegrecen (julio), siempre en luna llena, pues el crecimiento y decrecimiento de la luna nos recuerda nuestra ignorancia que va y viene; pero cuando la luna está llena es como si la Luz eterna del Gran Espíritu se extendiera por todo el mundo. Pero ahora quiero contaros cómo este rito llegó a nuestro pueblo y cómo se llevó a cabo en el origen.

La Pipa SagradaUn día, nuestro pueblo acampaba en un lugar propicio, en círculo como siempre, y los ancianos estaban sentados celebrando consejo; de pronto observaron que uno de nuestros hombres, Kablaya —Aquel Que Se Extiende—, había dejado escurrirse su manto hasta la cintura y bailaba solo a una cierta distancia con la mano extendida hacia el cielo. Los ancianos pensaron que quizá estaba loco y enviaron a uno a enterarse de qué se trataba; pero el enviado se enrolló también el manto en la cintura y se puso a bailar con Aquel Que Se Extiende. Encontrando la cosa extraña, los ancianos fueron a ver por sí mismos. Entonces Aquel Que Se Extiende les explicó:

«Hace mucho tiempo, el Gran Espíritu nos dijo cómo debíamos orar con la Pipa sagrada; pero nos hemos ido relajando en la práctica de la oración y nuestra gente pierde vigor. Una nueva manera de orar acaba de serme revelada en una visión; el Gran Espíritu ha venido en nuestra ayuda.»

Al oír estas palabras, todos los ancianos exclamaron: «¡How!» y mostraron una gran alegría. Celebraron consejo y enviaron a dos hombres al guardián de la Pipa sagrada, a quien le correspondía dar su opinión sobre las cuestiones de este género. El guardián respondió a los mensajeros diciendo que se trataba ciertamente de algo muy bueno; pues «se nos prometió que tendríamos siete maneras de rezar al Gran Espíritu, y ésta es seguramente una de ellas, ya que Aquel Que Se Extiende ha recibido instrucciones sobre ello en una visión; pues bien, así es cómo se nos dijo que recibiríamos nuestros ritos».

Los dos mensajeros transmitieron estas noticias a los ancianos, que pidieron a Aquel Que Se Extiende que les instruyera acerca de lo que tenían que hacer. Él dijo entonces:

«Esta será la Danza del Sol: no podemos hacerla en seguida, sino que debemos esperar cuatro días, que dedicaremos a los preparativos, tal como me ha sido enseñado en mi visión. Esta danza será una ofrenda de nuestros cuerpos y nuestras almas al Gran Espíritu, y estará llena de misterio. Que se reúnan todos nuestros hombres sabios y ancianos; que se construya un gran pabellón y que se adorne su interior con salvia. Necesitamos también un Calumet y los siguientes objetos: Un rollo de tabaco de la tribu de los arikara; corteza de sauce rojo; hierba aromática; un cuchillo de hueso; un hacha de sílex; medula de bisonte; un cráneo de bisonte; una bolsa de cuero crudo; una piel curtida de bisonte joven; pieles de conejo; plumas de águila; pintura de tierra roja; pintura azul; una piel sin curtir; plumas de la cola de un águila; silbatos hechos de huesos de águila moteada.»

Cuando todos estos objetos rituales se hubieron reunido, Aquel Que Se Extiende pidió a los que sabían cantar que acudieran a su casa aquella misma noche para aprender los cantos revelados; añadió que también debían traer un gran tambor hecho de piel de bisonte, así como unos palillos con el extremo recubierto de piel de bisonte con el lado del pelo vuelto hacia fuera.

Como el tambor es con frecuencia el único instrumento que utilizamos en nuestros ritos, quizá debería explicaros ahora por qué es particularmente venerable e importante para nosotros: es porque la forma redonda del tambor representa el Universo y su toque regular y fuerte es el pulso, el corazón que late en el centro del Universo. Es como la voz del Gran Espíritu, y este sonido nos pone en movimiento y nos ayuda a comprender el misterio y el poder de todas las cosas.

Aquella noche, los cantores, cuatro hombres y una mujer, acudieron junto a Aquel Que Se Extiende, quien les habló en estos términos: «Oh parientes míos, durante mucho tiempo hemos enviado nuestras voces al Gran Espíritu. Esto es lo que Él nos dijo que hiciéramos. Le rogamos de muchas maneras y gracias a esta santa manera de vivir, nuestras generaciones han aprendido a caminar por el sendero rojo con paso firme. El Calumet está siempre en el centro de nuestra nación y con él el pueblo ha avanzado y continuará avanzando de una manera conforme al misterio. En este nuevo rito que acabo de recibir, uno de los pueblos que están siempre de pie ha sido escogido para estar en nuestro centro: es el wagachun, el árbol murmurante, o álamo; él será nuestro centro y también nuestra tribu. Este árbol sagrado representará también el camino del pueblo, pues, ¿no se eleva el árbol desde la tierra hasta el cielo? 1. Esta nueva manera de enviar nuestras voces al Gran Espíritu será muy poderosa; su uso se difundirá, y todos los años, durante esta estación, mucha gente rezará al Gran Espíritu. Antes de que os enseñe los cantos sagrados, ofrezcamos el Calumet a nuestro Padre y Abuelo Wakan-Tanka.»

«Oh Abuelo y Padre Wakan-Tanka, vamos a cumplir tu voluntad como nos lo has ordenado en mi visión. Sabemos que será una manera muy poderosa de enviarte nuestras voces; ¡que nuestra nación reciba, gracias a ella, la sabiduría! ¡que nos ayude a avanzar por el sendero sagrado con todos los Poderes del Universo! Nuestra plegaria será verdaderamente la plegaria de todas las cosas, pues en realidad todas ellas no son más que una. Todo esto lo he visto en mi visión. ¡Que los cuatro Poderes del Universo nos ayuden a realizar bien este rito! ¡Oh Wakan-Tanka, ten piedad de nosotros!»

Todos fumaron del Calumet y luego Aquel Que Se Extiende se puso a enseñarles los cantos misteriosos. Alrededor de los cantores se habían reunido muchas otras personas, y Aquel Que Se Extiende les dijo que mientras escucharan debían gritar a menudo: «¡Oh Abuelo Wakan-Tanka, Te ofrezco el Calumet para que mi pueblo viva!»

El primer canto que enseñó el profeta era sin palabras; era una simple melodía que se repetía cuatro veces con un recio redoble de tambor. Las palabras del segundo canto eran las siguientes:

Wakan-Tanka, ten piedad de nosotros,
A fin de que nuestro pueblo viva.

El tercero era así:

Dicen: llega una manada de bisontes,
¡Ya están aquí!
Su bendición nos alcanzará.
¡Ya está con nosotros!

El cuarto canto era una melodía sin palabras. Después Aquel Que Se Extiende enseñó a los hombres el modo de utilizar los silbatos de hueso de águila que habían traído; les indicó, además, las cosas que debían preparar y explicó el significado de cada objeto ritual:

«Haréis un collar de piel de nutria del que colgará un aro con una c ruz inscrita. En los cuatro puntos en que la cruz se junta con el aro se sujetarán unas plumas de águila que representarán los cuatro Poderes del Universo y las cuatro edades. En el centro del aro fijaréis una pluma arrancada del pecho del águila, pues éste es el lugar más próximo al corazón del ave sagrada. Esta pluma representará el Gran Espíritu que mora en las profundidades de los Cielos y que es el centro de todas las cosas.

Debéis procuraros silbatos de hueso de águila; poned una pluma en el extremo de cada uno. Al soplar en vuestros silbatos acordaos siempre de que es la voz del Aguila Moteada y de que nuestro Abuelo Wakan-Tanka la oye constantemente; debéis comprender que es realmente su propia voz.

Recortaréis una luna, en forma de cuarto creciente, en una piel sin curtir; la luna representa una criatura y también todo lo creado, pues todas las cosas creadas se hacen y se deshacen, viven y mueren. Debéis comprender, también, que la noche representa la ignorancia, pero que la luna y las estrellas traen la luz del Gran Espíritu a estas tinieblas. Como sabéis, la luna va y viene, pero el sol vive siempre; él es la fuente de la luz, y por esta razón es semejante al Gran Espíritu.

Recortaréis en una piel sin curtir una estrella de cinco puntas. Será la estrella sagrada del alma, que está entre la oscuridad y la luz, y que representa el Conocimiento. Haréis un círculo de piel sin curtir que represente el sol; estará pintado de rojo, pero el centro será un círculo azul, pues este centro, que es el más íntimo, representa el Gran Espíritu en su aspecto de Abuelo nuestro. La luz de este sol ilumina a todo el Universo, y al igual que las llamas del sol nos llegan con la aurora, así desciende sobre nosotros la gracia del Gran Espíritu, que ilumina a todas las criaturas. Ésta es la razón por la que los cuadrúpedos y los seres alados se alegran cuando aparece la luz.

Durante el día podemos ver, y esta vista es algo profundo, pues representa la visión del Mundo real que podemos obtener a través del Ojo del corazón. Al llevar este signo misterioso durante la danza, acordaros de que traéis luz al Universo, y obtendréis un gran provecho si os concentráis en estos diversos significados.

Recortaréis un redondel, que pintaréis de rojo y representará la Tierra. La Tierra está llena de misterio, pues en ella ponemos los pies y desde ella enviamos nuestras voces al Gran Espíritu. Es parienta nuestra y siempre que la llamamos Abuela y Madre debemos acordarnos de ello. Cuando rezamos, levantamos la mano hacia el cielo y luego tocamos el suelo; ¿pues acaso nuestro espíritu no procede del Gran Espíritu y nuestros cuerpos de la Tierra? Somos parientes de todas las cosas: la tierra, las estrellas, todos elevamos la mano hacia el Gran Espíritu y solo le rezamos a Él.

Recortaréis también un círculo en una piel sin curtir y la pintaréis de azul para representar el cielo. Cuando dancéis, levantaréis la cabeza y la mano hacia el Cielo, al que miraréis, pues si hacéis esto, vuestro Abuelo os verá. Él es el dueño de todo; no hay nada que no le pertenezca, y por tanto sólo a Él le rezaréis.

Por último, recortaréis en una piel sin curtir la forma de tatanka, el bisonte: representa la nación, y también el Universo, y debe ser tratado siempre con veneración; ¿no estaba él aquí antes que los pueblos bípedos, y acaso no se muestra generoso al proporcionarnos nuestras tiendas y nuestro alimento? El bisonte es sabio en muchas cosas y, por consiguiente, debemos aprender de él y saber siempre que estamos emparentados con él.

Cada hombre llevará uno de estos símbolos sobre su pecho y será consciente de su significado, tal como acabo de explicároslo. En este gran rito vais a ofrecer vuestro cuerpo en sacrificio en nombre de toda la tribu; gracias a vosotros, la tribu ganará en sabiduría y en fuerza. Sed siempre conscientes de estas cosas que hoy os he dicho; son sagradas.»

2

Al día siguiente había que elegir el árbol murmurante que debía levantarse en el centro del gran recinto; Aquel Que Se Extiende dijo a su ayudante qué tipo de árbol debía buscar y señal ar con salvia para que la «partida de guerreros» pudiera localizarlo y llevarlo al campamento. Les indicó también cómo tenían que delimitar el terreno alrededor del árbol sagrado en el que se construiría el pabellón ritual de la danza del sol, y cómo tenían que señalar con ramas verdes la entrada del Este.

Los exploradores, designados por los sacerdotes, fueron a escoger un buen árbol; una vez lo hubieron hallado, regresaron al campamento y, después de dar la vuelta en el sentido del movimiento del sol al sitio en que se construiría el pabellón, se precipitaron a la entrada, tratando de asestarle un golpe. Luego tomaron un Calumet y, después de ofrecerlo a las seis Direcciones, juraron decir la verdad. Aquel Que Se Extiende habló entonces a los hombres en estos términos:

«Habéis tomado la Pipa santa; por consiguiente, debéis contarnos verídicamente lo que habéis visto. Sabéis que a lo largo del cañón de la Pipa hay una vía que va derecho al centro y al corazón del Calumet; que vuestros pensamientos sean tan rectos como esta vía. Que vuestras lenguas no estén hendidas. Se os ha enviado a que encontrarais un árbol que será de mucho provecho para nuestra nación; contadnos pues, fielmente, lo que habéis encontrado.»

Entonces el profeta hizo cuatro veces un movimiento circular con el Calumet y dirigió el cañón hacia el explorador que iba a hacer el relato.

«Subí a una colina y vi allí un gran número de estos pueblos sagrados que están siempre de pie.»

«¿En qué dirección mirabas, y qué viste detrás de la primera colina?»

«Estaba de cara al Oeste —respondió el explorador—, continué adelante y miré más allá de una segunda colina; y todavía vi muchos más pueblos de los que están siempre de pie que vivían allí.»

El explorador fue interrogado de esta manera cuatro veces; como sabéis, todas las cosas buenas las hacemos cuatro veces; por lo demás, cuando vamos por el sendero de la guerra siempre interrogamos de este modo a nuestros exploradores; pues bien, nosotros consideramos a este árbol como un enemigo a quien se va a matar 2.

Después que los exploradores hubieron informado, todos se vistieron como si fueran a ir por el sendero de la guerra; luego salieron del campamento como si se dirigieran a atacar al enemigo. Muchos hombres siguieron a los exploradores, y cuando estuvieron cerca del árbol escogido todos se juntaron a su alrededor. Aquel Que Se Extiende llegó el último con su Calumet; sostuvo el cañón dirigido hacia el árbol y habló así:

«Entre los numerosos pueblos que están siempre de pie, tú, oh álamo susurrante, has sido escogido de una manera conforme al misterio; irás al centro sagrado de la nación; representarás la tribu y nos ayudarás a cumplir la voluntad del Gran Espíritu. Eres un árbol benévolo y de bella apariencia; los pueblos alados han criado a sus familias sobre ti; en ti, desde la punta de tus ramas altivas hasta tus raíces, los pueblos alados y los cuadrúpedos han hecho sus moradas. Cuando te levantes en el centro del círculo sagrado serás la nación, y serás como el Calumet, extendido entre el cielo y la tierra. Los débiles se apoyarán en ti y serás un sostén para la tribu. Con el extremo de tus ramas sostienes los días sagrados rojo y azul. Te alzarás donde se cruzan los cuatro senderos de misterio, allí tú serás el centro de los grandes Poderes del Universo. Que los hombres sigamos siempre tu ejemplo, pues vemos cómo miras constantemente hacia el cielo. Pronto, con todos los pueblos del mundo, te levantarás en el centro; traerás lo bueno a todos los seres y a todas las cosas. ¡Hechetu welo!»

El profeta ofreció luego su Calumet al Cielo y a la Tierra, con el cañón tocó el árbol por el lado Oeste, Norte, Este y Sur; a continuación encendió la Pipa y fumó.

Creo que debo explicaros ahora por qué consideramos sagrado al álamo. Para empezar diré que, en tiempos muy remotos, él nos enseñó a construir nuestras tiendas cónicas, ya que sus hojas son un modelo exacto del tipi; lo aprendimos así: unos ancianos observaron a unos niños que confeccionaban con estas hojas unas cabañas para jugar. Esto es, además, un ejemplo de que los adultos pueden siempre aprender de los pequeños, pues los corazones de los niños son puros; el Gran Espíritu puede mostrarles muchas cosas que pasan desapercibidas a los mayores. Otra razón por la que escogimos el álamo para ponerlo en el centro de nuestro pabellón, es que el Gran Espíritu nos ha enseñado que, al cortar un miembro superior de este árbol, aparece en la fibra una perfecta estrella de cinco puntas, la cual representa para nosotros la Presencia del Gran Espíritu. Quizá ya habréis no tado que la voz del álamo se oye incluso con la brisa más tenue; comprendemos que esto es su oración al Gran Espíritu 3, pues no sólo los hombres, sino todas las cosas y todos los seres oran continuamente, aunque de modos distintos.

Los jefes llevaron a cabo una corta danza de victoria alrededor del árbol, cantando sus cantos de jefe, y mientras cantaban y danzaban escogieron al hombre que tendría el honor de tocar el árbol con la lanza 4; este hombre debe tener un buen carácter y tiene que haberse mostrado valiente hasta el sacrificio de sí mismo en el sendero de la guerra. Todavía se eligieron tres más, y cada uno de estos cuatro hombres se situó a uno de los cuatro lados del árbol, con el guía al Oeste. Este último contó entonces sus hazañas guerreras y cuando terminó los hombres lo aclamaron y las mujeres lanzaron trémolos; luego amenazó tres veces al árbol con su tomahawk, y a la cuarta lo golpeó. Después de él, los otros tres bravos relataron por turno sus proezas en la guerra, y cuando terminaron golpearon el árbol del mismo modo, y a cada golpe que daban la gente exclamaba: «¡Hihey!» Cuando el árbol estuvo a punto de caer, los jefes se mezclaron con la multitud y eligieron a una persona de carácter tranquilo y piadoso, que dio el último golpe al árbol; su caída fue saludada con aclamaciones y las mujeres hicieron el trémolo. Se tomaron grandes precauciones para que al caer, el tronco no tocara al suelo, y nadie estaba autorizado a pasar por encima de él.

A continuación, seis hombres transportaron el árbol al campamento, pero, antes de llegar a él se detuvieron cuatro veces; después de la última parada imitaron el grito del coyote, tal como hacen los combatientes que regresan del sendero de la guerra; luego se precipitaron al campamento y depositaron el árbol sobre unas estacas —ya que no debe tocar al suelo— y con la base dirigida hacia el agujero que había sido preparado, y la copa hacia el Oeste. Aún no se había levantado el pabellón alrededor del árbol, pero ya estaban a punto todas las varas y el equipo necesario para construirlo. Entonces Aquel Que Se Extiende, junto con los que iban a participar en la danza, se dirigió a una gran tienda; les dio instrucciones, y ellos se prepararon para el rito. La tienda se cerró completamente, e incluso se pusieron hojas alrededor de su base.

3

Aquel Que Se Extiende, profeta y gran sacerdote, se hallaba sentado al Oeste. En primer lugar escarbó el suelo ante sí e hizo poner un ascua en aquel sitio; encendió en ella hierba aromática y dijo: «Quemamos esta hierba para el Gran Espíritu, a fin de que todos los pueblos bípedos y alados del Universo sean parientes próximos. Y así habrá mucha felicidad.»

A continuación se construyó un pequeño modelo de secadero de carne con tres palos, dos ahorquillados clavados en el suelo y uno recto puesto encima, y se pintaron de azul; pues el secadero de carne representa el cielo, y nosotros rezamos para que nuestros secaderos estén siempre tan llenos como los cielos. Luego, después de purificarla en el humo, se apoyó la Pipa en el secadero, pues de este modo representa nuestras plegarias; ella es el sendero que lleva de la tierra al Cielo. Todos los objetos que habían de ser utilizados en la danza fueron entonces purificados en el humo de la hierba aromática: las figuras de piel, las pinturas, la piel de becerro, las bolsas de ante; y también se purificaron los danzantes. Cuando todo esto estuvo hecho, el gran sacerdote levantó su Calumet hacia el cielo y oró:

«¡Oh Abuelo Wakan-Tanka, Tú eres el Creador de todas las cosas! Tú has sido siempre y serás siempre. Te has mostrado benévolo con tu pueblo, pues nos has enseñado un modo de orar con la Pipa que nos has dado; y ahora me has mostrado en una visión la danza de misterio que he de enseñar a mi pueblo. Hoy queremos hacer tu voluntad. En pie sobre esta Tierra sagrada sobre la cual las generaciones de nuestro pueblo han estado levantadas, envío una voz hacia Ti ofreciendo esta Pipa. Mírame, oh Wakan-Tanka, pues represento al pueblo entero. En este Calumet quiero colocar a los cuatro Poderes y a todos los seres alados del Universo; junto con ellos, que no serán más que uno solo, quiero enviarte una voz. ¡Mírame! ¡Ilumina mi pensamiento con tu luz imperecedera!

Ofrezco este Calumet al Gran Espíritu, primero contigo, oh Poder alado del lugar donde se pone el sol; hay un lugar para ti en este Calumet: ¡ayúdanos con estos dos días, rojo y azul, que santifican a la nación!» Aquel Que Se Extiende tomó entonces una pizca de tabaco, y después de mostrarla al Cielo, a la Tierra y a las cuatro Regiones, la puso en la cazoleta; a continuación, al tiempo que pronunciaba las oraciones que voy a decir, puso en el Calumet un poco de tabaco para cada una de las demás Direcciones:

«Oh Poder alado del lugar donde vive Wazia, voy a ofrecer este Calumet al Gran Espíritu: ayúdame con los dos días benéficos, el rojo y el azul, que Tú posees —días que purifican al pueblo y al Universo. Hay un lugar para Ti en el Calumet, ¡ayúdanos! ¡Oh Tú!, Poder del lugar donde sale el sol, que das el conocimiento y custodias la aurora del día, ayúdanos con tus dos días rojo y azul que dan la comprensión y la luz. Hay un lugar para Ti en este Calumet que voy, a ofrecer al Gran Espíritu. ¡Ayúdanos!¡Oh Tú!, Poder santísimo del lugar hacia el que siempre nos volvemos, Tú que eres la fuente de la vida, que guardas a la nación y a las generaciones futuras, ¡ayúdanos con tus dos días rojo y azul! Hay un lugar para Ti en el Calumet.

¡Oh Tú!, Aguila Moteada del Cielo, sabemos que posees ojos penetrantes con los que ves hasta el objeto más pequeño que se mueve sobre la Abuela Tierra; Tú que estás en las alturas del Cielo y lo sabes todo, ¡ofrezco este Calumet al Gran Espíritu! ¡Ayúdanos con tus dos días benéficos rojo y azul!

¡Oh Tú!, Abuela Tierra, que estás extendida sosteniendo a todas las cosas, sobre Ti se levanta un hombre que ofrece un Calumet al Gran Espíritu. Tú estás en el centro de los dos buenos días rojo y azul. Habrá un lugar para Ti en el Calumet, ¡ayúdanos!»

El profeta y gran sacerdote puso entonces un poco de tabaco en la Pipa para cada una de las aves siguientes: el papamoscas, el petirrojo, la alondra, que canta en los dos días buenos; el pájaro carpintero, el gavilán, que hace la vida tan difícil a los demás pueblos alados; el halcón, la urraca, que lo sabe todo; el mirlo, y muchos otros pájaros; de modo que todos los objetos de la creación y las seis Direcciones del espacio fueron introducidos en la cazoleta de la Pipa; entonces ésta fue sellada con grasa y médula de bisonte, y apoyada en el pequeño secadero azul.

El profeta cogió entonces otro Calumet, lo llenó y se dirigió a donde reposaba el árbol sagrado. Trajeron un ascua, y el árbol y el hoyo fueron purificados con el humo de la hierba aromática.

«¡Wakan-Tanka! —oró Aquel Que se Extiende elevando su Calumet con una mano—, ¡mira este árbol misterioso que pronto será colocado en ese hoyo! Se erguirá junto con la Pipa sagrada; ¡será la Pipa! Lo toco con el color rojo y poderoso de nuestra Abuela y con la grasa del bisonte cuadrúpedo. Al tocar este ser-árbol con la tierra roja, nos acordamos de que las generaciones de todo cuanto se mueve provienen de nuestra Madre Tierra. ¡Con tu ayuda, oh árbol, pronto ofreceré mi cuerpo y mi alma al Gran Espíritu, y conmigo —en mí— ofrezco mi pueblo y todas las generaciones futuras!»

El gran sacerdote tomó entonces la pintura roja, la ofreció a las seis Direcciones y se dirigió de nuevo al árbol sagrado:

«¡Oh árbol, vas a ponerte en pie, sé misericordioso con mi pueblo para que, debajo de ti, prospere!»

Entonces pintó una raya roja en los lados Oeste, Norte, Este y Sur del árbol, e hizo en la cúspide una marca muy pequeña para el Gran Espíritu; a continuación puso en la base un poco de pintura para la Madre Tierra. Por último, tomó una piel de bisonte joven y dijo:

«Nuestra nación vive de este ser-bisonte; él nos proporciona nuestras viviendas, nuestros vestidos, nuestro alimento, todo lo que nos hace falta. Oh joven bisonte, te doy ahora un lugar sagrado en la cima del árbol. Él te tendrá en sus manos y te elevará hacia el Gran Espíritu. ¡Mira lo que voy a hacer! Gracias a ello, todas las cosas que se mueven y que vuelan en la tierra y en el cielo serán dichosas.»

Y levantó un pequeño cerezo y continuó orando:

«Mira esto, oh Wakan-Tanka, pues es el árbol de la nación y rogamos para que lleve fruto abundante.»

Sujetaron al arbolito en el álamo sagrado, justo debajo de la piel de bisonte, así como un saquito de piel de ante que contenía un poco de grasa.

Aquel Que Se Extiende levantó entonces las imágenes de cuero del bisonte y del hombre, y ofreciéndolas a las seis Direcciones, rogó:

«Mira, oh Abuelo, este bisonte que nos has dado; él es el jefe de todos los cuadrúpedos que hay sobre nuestra Madre sagrada; la nación procede de él, y con él camina por el sendero de misterio. Mira, también, al hombre que representa a la tribu. Ellos son los dos jefes de esta gran isla; concédeles todos los favores que te piden, ¡oh Wakan-Tanka!» Estas dos imágenes se colocaron justo debajo del lugar donde el árbol se bifurcó; luego el profeta levantó un saquito de grasa —que será puesto más tarde bajo el árbol— y rezó así:

«Oh Abuelo Wakan-Tanka, mira esta grasa sagrada sobre la que este ser-árbol se levantará, ¡que la tierra sea siempre tan fértil y fecunda como esta grasa! Oh árbol, este día es sagrado para ti y para todos los nuestros; la tierra de este círculo te pertenece, oh árbol, y es aquí, debajo de ti, donde voy a ofrecer mi cuerpo y mi alma por amor a la tribu 5.

Aquí estaré enviándote mi voz, oh Wakan-Tanka, con la ofrenda de la Pipa de misterio.

Todo esto es sin duda muy difícil de hacer, pero debe cumplirse, por el bien de todos. Ayúdame, oh Abuelo, y dame valor y fuerza para soportar los sufrimientos que me esperan. Oh árbol, eres ahora admitido en el pabellón.»

Entre muchas exclamaciones y trémolos estridentes, el árbol fue puesto en pie muy lentamente, pues los hombres se detuvieron cuatro veces antes de ponerlo erguido y deslizarlo en el hoyo preparado para él. Todo el mundo, los bípedos, los cuadrúpedos y los seres alados del aire se alegraron; todos iban a prosperar bajo la protección del árbol. Él nos ayudará a ir por el sendero sagrado; podemos apoyarnos en él, y él nos guiará y fortalecerá siempre.

Se ejecutó una corta danza en torno a la base del árbol, y se empezó a construir el recinto a su alrededor clavando en un amplio círculo veintiocho postes ahorquillados, encima de cada uno de los cuales se puso una vara que iba a unirse con el árbol, situado en el centro.

Debo explicaros ahora que, al edificar el pabellón de la danza del sol, construimos realmente una imagen del Universo; pues debéis comprender que cada uno de los postes representa algún objeto particular de la creación, de modo que el círculo completo es la creación entera, y el árbol único del centro, sobre el que descansan las veintiocho varas, es el Gran Espíritu, que constituye el centro de todas las cosas. Todo procede de Él, y todo regresa a Él tarde o temprano. He de deciros también por qué empleamos veintiocho varas: ya os he explicado la razón de que los números cuatro y siete sean sagrados; si contáis cuatro veces siete, obtendréis veintiocho. La luna vive veintiocho días, que forman nuestro mes; cada uno de estos días representa algo que para nosotros es sagrado.

Cabaña de la Danza del Sol

Cabaña de la Danza del Sol

Dos de estos días representan el Gran Espíritu; otros dos la Madre Tierra; cuatro, los cuatro Vientos; un día, el Aguila Moteada, otro el sol y otro la luna; hay un día para el Lucero del alba y cuatro días para las cuatro edades; siete días representan nuestros siete grandes ritos, un día el bisonte, un día el fuego, uno el agua, otro la roca y, por último, un día representa el pueblo bípedo. Si sumáis estos días, obtenéis un total de veintiocho.

Además, habéis de saber que el bisonte tiene veintiocho costillas, y que en nuestros tocados de guerra empleamos de ordinario veintiocho plumas. Como veis, todas las cosas tienen su significado, y es bueno saberlo y acordarse de ello. Pero volvamos a la danza del sol.

Los guerreros se vistieron y se peinaron. Entraron en el recinto y danzaron alrededor del árbol central; de este modo el suelo se purificaba y se nivelaba. Los jefes se reunieron y escogieron a los valientes, uno de los cuales iba a ser el director de la danza. Estos hombres escogidos danzaron avanzando primero hacia el Oeste y volviendo al centro, luego hacia el Norte y de nuevo al centro, después hacia el Este y regresando otra vez al centro, y finalmente hacia el Sur y de nuevo al centro; de este modo hicieron un recorrido en forma de cruz.

4

Pero antes de proceder a la danza del sol, los hombres tenían que purificarse en la cabaña de sudar. El profeta entró en primer lugar en la cabaña del inipi con el Calumet ya cargado, y se sentó al Oeste; los demás hombres que iban a participar en al danza entraron a continuación, evitando pasar por delante de él; la última en entrar fue una mujer, que se sentó cerca de la puerta. Todos los vestidos de piel de bisonte que habían de usarse en la danza se colocaron encima de la cabaña del inipi, pues así se purificaban. Las cinco piedras calentadas que representaban a las cinco Direcciones fueron entonces introducidas y colocadas sobre el altar en su lugar respectivo, después de lo cual se puso en el sendero ritual una sexta piedra.

Aquel Que Se Extiende cogió el Calumet que debía servir para la danza; pero para rito del inipi se llenó un segundo Calumet, que se dio al gran sacerdote para que bendijera y lo encendiera. Se fumó esta Pipa en corro, de la manera ritual, y después purificarla la llevaron fuera de la cabaña. Se cerró la puerta; era el momento en que profeta explicaría al pueblo su visión:

«¡Parientes míos, escuchadme todos! El Gran Espíritu ha sido benévolo con nosotros y nos ha establecido en una tierra sagrada; en ella estamos sentados ahora. Acabáis ver las cinco piedr as colocadas en el centro, y esta sexta piedra que se ha puesto sendero representa a la nación. Para el bien de todos vosotros, el Gran Espíritu me enseñado en una visión una vía de adoración que voy a enseñaros.»

Los cielos son sagrados, pues en ellos vive nuestro Abuelo, el Gran Espíritu; cielos son como un manto para el Universo; este manto está ahora sobre mí, que aquí ante vosotros. Oh Wakan-Tanka, Te muestro el círculo de nuestra nación, este círculo que está aquí y en el que hay una cruz; esta cruz la lleva uno de nosotros sobre pecho.

Y Te muestra la Tierra que Tú has hecho y que haces sin cesar; está representada por este círculo rojo que llevamos. También llevamos la luz inextinguible que cambia noche en día, a fin de que esté entre los nuestros y ellos puedan ver. Te muestro también el lucero del alba, que nos da el conocimiento. El bisonte cuadrúpedo que pusiste abajo antes que los bípedos está también con nosotros. E igualmente está aquí la celeste que vino a nosotros de un modo tan misterioso. Todos estos pueblos y estas cosas, que son santos, escuchan en este momento lo que digo.

»Pronto, junto con mis parientes que se hallan aquí, sufriré y soportaré grandes en favor de mi pueblo. En medio de las lágr imas y el sufrimiento elevaré mi Calumet lanzaré mi voz hacia Ti, ¡oh Wakan-Tanka! Ofreceré mi cuerpo y mi alma para que pueblo viva. Al enviarte mi voz, oh Wakan-Tanka, utilizaré lo que une a Ti a las cuatro Regiones, al Cielo y a la Tierra 6. Todo cuanto en el Universo se mueve —los cuadrúpedos, los insectos, los seres alados— se regocija y nos ayuda a mí y a mi tribu.»

Y entonó un canto de misterio:

Oigo venir al sol, la luz del mundo,
Veo su rostro mientras llega,
Hace felices a los seres de la tierra, y ellos se alegran,
¡Oh Wakan-Tanka, Te ofrezco este mando de luz!

El Calumet que había de ser empleado en la danza fue entonces envuelto en salvia y la mujer lo sacó de la cabaña; lo llevó por el sendero sagrado hacia el Este y lo puso encima del cráneo de bisonte, cuidando de que el cañón estuviera dirigido hacia el Este. La mujer se quedó fuera de la cabaña de sudar y ayudó a abrir y cerrar la puerta. El inipi comenzó entonces de la manera que he descrito. Después de cerrarse la puerta por segunda vez, el profeta rezó así:

«¡Abuelo Wakan-Tanka, míranos! La Pipa sagrada que nos diste y con la que hemos criado a nuestros hijos pronto irá al centro del Universo, junto con el bisonte que ayudó a fortalecer nuestros cuerpos. La mujer de misterio que vi no antaño al centro de nuestro círculo volverá a nuestro centro; y un hombre que sufrirá por su pueblo irá igualmente al centro. ¡Oh Wakan-Tanka, que cuando estemos todos en el centro, no tengamos en nuestros pensamientos y en nuestros corazones más que a Ti!»

Y cantó entonces otro canto que había recibido en su visión:

Le oigo venir. Veo su rostro.
Tu día es sagrado. Yo Te lo ofrezco.
Le oigo venir. Veo su rostro.
En aquel día sagrado, hiciste merodear al bisonte.
Has hecho un día feliz para el mundo.
Yo Te ofrezco todas las cosas.

A continuación se derramó agua sobre las piedras ardientes mientras el gran sacerdote rezaba:

«¡Oh Wakan-Tanka, en este momento nos purificamos para ser dignos de elevar nuestras manos hacia Ti!»

Entonces, levantando su mano derecha, todos los hombres cantaron:

Abuelo, Te envío una voz.
Abuelo, Te envío una voz.
Junto con todo el Universo, Te envío una voz
Para que yo viva.

Cuando se abrió la puerta por tercera vez, los hombres pudieron beber un poco de agua, pero esta fue la única ocasión durante todo el rito en que les estuvo permitido hacerlo. Mientras los hombres recibían el agua, el profeta les dijo:

«Os doy el agua, pero acordaros de Aquél que, en el Oeste, custodia las aguas y también el misterio de todas las cosas. Vais a beber agua, que es vida; no desperdiciéis una sola gota. Cuando terminéis, levantad la mano para dar gracias al Poder del lugar en que se pone el sol; él os ayudará a soportar los sufrimientos que vais a experimentar.»

Se cerró la puerta por última vez, y de nuevo todos los hombres cantaron, mientras el calor y el vapor los purificaban, y cuando al final se abrió la puerta todos salieron conducidos por el profeta y levantaron la mano hacia las seis Direcciones diciendo: «¡Hay ho! ¡Hay ho! ¡Gracias sean dadas!»

Cada uno de los danzantes tenía un ayudante encargado de retirar de encima de la cabaña de sudar una de las pieles de bisonte purificadas y de ponérsela alrededor del cuerpo. Aquel Que Se Extiende cogió entonces su Calumet, que descansaba sobre el cráneo del bisonte, y volvió con todos los hombres al gran tipi en el que se habían reunido antes de la consagración del árbol y antes del rito del inipi.

5

El gran sacerdote dejó su Calumet apoyado en el pequeño secadero que había sido pintado de azul para representar el cielo. Se puso hierba aromática sobre una brasa y todos se purificaron en el humo sagrado. Acto seguido, al tiempo que bendecía y purificaba el tambor y los palillos, el profeta dijo:

«Este tambor es el bisonte e irá al centro. Tañendo e l tambor con estos palillos, es seguro que venceremos a nuestros enemigos.»

Todos los vestidos y pertrechos fueron purificados, así como los cuatro cráneos de bisonte que uno de los hombres iba a llevar clavados en su carne hasta que se desprendieran.

El profeta explicó a los hombres que sus cuerpos purificados eran ahora sagrados y ni siquiera podían ser tocados por sus propias manos. En consecuencia los danzantes debían llevar en el cabello unos palitos con los que se rascarían, si era necesario, y que utilizarían para pintarse con la pintura de tierra roja.

Aquel Que Se Extiende se puso alrededor del cuello el círculo de cuero pintado de azul que representaba el Cielo, y los demás llevaron cada uno un símbolo diferente: el círculo con la cruz, el de la tierra roja, el sol, la luna, el lucero del alba, el bisonte; la mujer llevaba el Calumet, ya que representaba a la Mujer Bisonte Blanco. Asimismo, los hombres se pusieron pieles de conejo sobre los brazos y las piernas, pues el conejo representa la humildad, por ser apacible, dulce y sin presunción, cualidad que todos debemos poseer cuando vamos al centro del mundo. Por último, los hombres se pusieron plumas en el pelo, y una vez terminados los preparativos el profeta les explicó lo que tenían que hacer cuando estuvieran en el pabellón de la danza sagrada.

«Cuando vayamos al centro del círculo, todos derramaremos lágrimas, pues debemos saber que todo lo que entra, mediante el nacimiento, en este mundo que veis a vuestro alrededor, debe sufrir y soportar penas. Ahora vamos a sufrir en el centro del círculo sagrado, y por hacerlo, ¡ojalá tomemos sobre nosotros una gran parte del sufrimiento de nuestro pueblo!»

Cada hombre declaró entonces qué sacrificio sobrellevaría y el profeta expresó su voto en primer lugar:

«Sujetaré mi cuerpo a las correas del Gran Espíritu que descienden hasta la tierra. Ésta será mi ofrenda.»

Debo deciros aquí que la carne representa la ignorancia y, por consiguiente, cuando danzamos y nuestra carne desgarrada se desprende de las correas, es como si nos liberáramos de los lazos de la carne. Sucede lo mismo cuando se doma a un potro: al principio el cabestro es indispensable, pero cuando el potro está domado la cuerda ya no es necesaria. También nosotros somos como potros cuando empezamos a danzar, pero pronto quedamos dominados y sometidos al Gran Espíritu.

El segundo danzante dijo:

«Quiero unirme a los cuatro Poderes del mundo que el Gran Espíritu ha restablecido.»

En este caso el danzante estará situado efectivamente en el centro, pues se hallará en medio de cuatro postes y el lado derecho de su pecho se sujetará al poste del Este, el lado izquierdo al poste del Norte, el hombro derecho al poste del Sur y el hombro izquierdo al poste del Oeste. Danzará en esta posición hasta que las cuatro correas se desprendan de su carne.

El tercer danzante hizo su voto:

«Quiero llevar cuatro de mis parientes más próximos, el antiguo bisonte.»

El danzante quiere decir con ello que se fijarán cuatro correas a su espalda, a las que se sujetarán cuatro cráneos de bisonte; estas cuatro ataduras representan los tirones de la ignorancia: ésta, en efecto, debería estar siempre detrás de nosotros, puesto que debemos girarnos hacia la luz de la verdad que está ante nosotros.

El cuarto danzante dijo:

«Quiero dejar doce pedazos de mi carne al pie del árbol sagrado. Uno es para nuestro Abuelo Wakan-Tanka, otro para nuestro Padre Wakan-Tanka, un tercero para nuestra Abuela, la Tierra, y un cuarto para nuestra Madre, la Tierra. Quiero dejar cuatro pedazos de carne para los Poderes de las cuatro Direcciones, abandonaré otro para el Aguila Moteada, otro para el Lucero del Alba, otro para la luna y, por último, otro para el Sol.»

El quinto danzante dijo:

«Quiero hacer una ofrenda de ocho pedazos de mi carne: dos serán para e l Gran Espíritu, dos para la Tierra, y cuatro para los Poderes de las cuatro Direcciones.»

El sexto danzante dijo:

«Quiero abandonar en el árbol sagrado cuatro pedazos de mi carne: uno será para el Gran Espíritu, otro para la Tierra sobre la que caminamos, uno para la nación, a fin de que camine con paso firme, y uno para los pueblos alados del Universo.»

El séptimo danzante hizo su voto:

«Quiero dejar un trozo de mi carne para el Gran Espíritu y otro para la Tierra.»

Entonces hizo su voto el, octavo danzante, que era la mujer:

«Quiero ofrecer un pedazo de mi carne al Gran Espíritu y en favor de todas las cosas que se mueven en el Universo, para que ellas den sus poderes a la tribu, a fin de que ésta avance con sus hijos por el sendero rojo de la vida.»

Cuando hubieron terminado de pronunciar sus votos, el gran sacerdote les dijo que se purificaran frotándose la cara y todo el cuerpo con salvia, «pues vamos a acercarnos ahora al lugar sagrado en que se alza el árbol; el árbol es también el Calumet que se extiende desde el cielo hasta la tierra. Hemos de ser dignos de ir a este centro.»

6

Todos los miembros de la tribu se habían reunido alrededor del pabellón del misterio; en el interior, al sur, estaban los cantores junto con las mujeres que les ayudaban, y todos llevaban coronas de hojas sobre su frente y tenían en la mano ramitas de plantas sagradas.

Entonces llegaron los danzantes conducidos por la mujer que llevaba el Calumet y seguidos por el profeta que llevaba el cráneo de bisonte, y al final de esta fila venían los ayudantes con todos los pertrechos. Caminaron lentamente alrededor del pabellón imitando el recorrido del sol y llorando lastimeramente sin cesar:

«¡Oh Wakan-Tanka, ten misericordia de mí para que mi pueblo viva! ¡Es por él por quien me sacrifico!»

Mientras los danzantes cantaban de este modo, los demás lloraban, pues ellos eran la nación por la que los danzantes iban a sufrir. Estos entraron en el pabellón del sol y se situaron al Oeste.

El profeta puso el cráneo de bisonte entre los danzantes y el árbol sagrado, con el hueso nasal dirigido hacia el Este; frente a sí colocó los tres bastones pintados de azul, y sobre este caballete la mujer depositó el Calumet.

Entonces los cantores entonaron uno de los cantos inspirados:

¡Wakan-Tanka, ten misericordia de nosotros!
¡Queremos vivir!
Ésta es la razón por la que hacemos esto.
Dicen que viene una manada de bisontes;
Ya están aquí.
El Poder del bisonte viene a nosotros;
¡Ya está aquí!

Cuando el canto cesó, todos prorrumpieron en llanto; y durante el resto del día y toda la noche danzaron. Esta danza de la primera noche representa el pueblo sumido en la oscuridad de la ignorancia; todavía no son dignos de encontrarse con la luz del Gran Espíritu, que brillará sobre ellos cuando llegue el día siguiente; deben sufrir y purificarse antes de ser dignos de morar en el Gran Espíritu.

En el último momento, antes de la aurora, la danza se detuvo y entonces los danzantes o sus parientes depositaron ofrendas fuera del pabellón, en el lugar correspondiente a cada una de las cuatro Regiones.

Con la aurora, los danzantes volvieron a entrar en el pabellón, y el guardián de la Pipa sagrada iba con ellos; el profeta le había pedido que construyera el altar sagrado, pero aquel hombre venerable respondió: «Tú tuviste la visión, Kablaya, y a ti te corresponde hacer el altar; pero yo estaré a tu lado, y cuando termines ofreceré la plegaria.»

Y así fue como el profeta y gran sacerdote dispuso el emplazamiento sagrado; primero trazó en el suelo, ante sí, un círculo, en cuyo centro depositó una brasa 7; a continuación, cogiendo algunas hierbas aromáticas y sosteniéndolas sobre su cabeza, oró:

«Oh Abuelo Wakan-Tanka, ésta es tu hierba misteriosa, que pongo en el fuego; su humo se extenderá por todo el mundo y llegará incluso hasta el cielo; los pueblos cuadrúpedos y alados y todas las cosas sabrán qué es este humo y se alegrarán. ¡Que esta ofrenda ayude a establecer un parentesco entre todas las cosas, todos los seres y nosotros! Que todos ellos nos den sus poderes para que podamos soportar los sufrimientos que nos esperan. Mira, oh Wakan-Tanka, pongo esta hierba aromática en el fuego y el humo se elevará hacia Ti.»

Mientras ponía la hierba en el fuego cantó este canto de misterio:

Hago humo sagrado;
De esta manera hago humo;
¡Que todos los pueblos lo miren!
Hago humo sagrado;
¡Que todos estén atentos y miren!
¡Que los seres alados y los cuadrúpedos
estén Atentos y lo miren!
De esta manera hago humo;
¡En todo el Universo se alegrarán!

El cuchillo destinado a hender el pecho de los danzantes fue entonces purificado en el humo, así como una pequeña hacha de piedra y un poco de tierra. Aquel Que Se Extiende pudo entonces hacer el altar, pero antes oró:

«Oh Abuelo, Wakan-Tanka, quiero ahora convertir esto en el lugar sagrado. Cuando haga este altar, todas las aves del aire y todas las criaturas de la tierra se regocijarán y acudirán de todas direcciones para contemplarlo. Todas las generaciones de mi pueblo se alegrarán. Este lugar será el centro de los senderos de los cuatro grandes Poderes. La aurora del día verá este lugar santo. Cuando tu luz aparezca, oh Wakan-Tanka, todo cuanto se mueve en el Universo se alegrará.»

Después de ser ofrecida al Cielo y a la Tierra, se puso una pizca de tierra purificada en el centro del emplazamiento ritual. Otro poco más fue ofrecido al Oeste, al Norte, al Este y al Sur, y depositado en el lado Oeste del círculo; del mismo modo, se puso tierra en los lugares de las demás direcciones y luego se esparció por todo el círculo por igual. Esta tierra representa a los bípedos, los cuadrúpedos, los seres alados y todo lo que hay en el Universo. Entonces el gran sacerdote comenzó a construir el altar en este emplazamiento sagrado: tomó primero un bastón, lo dirigió hacia las seis Direcciones y luego, bajándolo hacia el suelo, trazó un pequeño círculo en el centro; este círculo indica la morada del Gran Espíritu. A continuación, después de haber dirigido de nuevo el bastón hacia las seis Direcciones, trazó una línea desde el Oeste hasta el borde del círculo; y del mismo modo trazó una línea desde el Este hasta el borde del círculo, y repitió la operación desde el Norte y el Sur. Construyendo el altar de esta manera vemos que todo conduce, y regresa, al centro; y este centro que está aquí, y que sabemos se halla en todas partes, es el Gran Espíritu. Aquel Que Se Extiende recogió entonces un pequeño manojo de salvia y, ofreciéndolo al Gran Espíritu, rezó:

«¡Oh Wakan-Tanka, míranos! El más próximo a los bípedos, el jefe de los cuadrúpedos, es tatanka, el bisonte. He aquí su cráneo seco; al verlo, sabemos que también nosotros nos convertiremos en cráneos y esqueletos, y de este modo caminaremos juntos por el camino de regreso al Gran Espíritu. Cuando lleguemos al final de nuestros días, sé misericordioso con nosotros, ¡oh Wakan-Tanka! Aquí, en la tierra, vivimos con el bisonte y le estamos agradecidos por ello, pues él nos da nuestro alimento y hace dichoso al pueblo. Por esta razón, doy ahora hierba a nuestro pariente el bisonte.»

Hizo entonces un pequeño lecho de salvia al Este del altar y, asiendo el cráneo por los cuernos y mirando al Este, cantó:

Doy hierba al bisonte;
¡Que el pueblo lo contemple Para que viva!

Luego, girándose y levantando el cráneo hacia el Oeste, el gran sacerdote cantó:

Doy tabaco al bisonte;
¡Que el pueblo lo contemple
Para que viva!

Volviéndose hacia el Norte, cantó:

Doy un vestido al bisonte;
¡Que el pueblo lo contemple
Para que viva!

Y, volviéndose hacia el Sur, cantó:

Doy pintura al bisonte;
¡Que el pueblo lo contemple
Para que viva!

Entonces, de pie sobre la salvia, cantó:

Doy agua al bisonte;
¡Que el pueblo lo contemple
Para que viva!

A continuación, el cráneo de bisonte fue colocado en el lecho de salvia, mirando al Este, y Aquel Que Se Extiende le puso unas bolitas de salvia en las órbitas; luego ató un saquito de tabaco en el cuerno que apuntaba al Sur, y un pedazo de piel de gamo en el cuerno que apuntaba al Norte, pues esta piel representa el vestido ofrecido al bisonte. A continuación pintó una línea roja alrededor de la cabeza y otra línea roja que iba desde la frente al hueso nasal, y mientras lo hacía, dijo:

«Oh bisonte, tú eres la Tierra. ¡Ojalá comprendamos esto y todo lo que he hecho aquí! ¡Hechetu welo! ¡Está bien!»

Cuando hubieron terminado las ofrendas al bisonte, los danzantes dieron la vuelta al pabellón y se detuvieron en la entrada, mirando al Este para saludar al sol de levante.

«Mira estos hombres, oh Wakan-Tanka», rogó el gran sacerdote levantando la mano derecha, «el rostro de la aurora encontrará sus rostros; el día que llega sufrirá con ellos. ¡Será un día sagrado, pues Tú, oh Wakan-Tanka, estás aquí presente!».

Entonces, en el preciso momento en que el sol comenzó a despuntar, los danzantes cantaron una melodía inspirada sin palabras, y el profeta entonó uno de sus cantos de misterio:

¡El Padre se levanta!
La luz del Gran Espíritu está sobre mi pueblo;
Vuelve brillante a toda la tierra.
¡Mi pueblo es feliz ahora!
¡Todos los seres que se mueven se regocijan!

Mientras los hombres cantaban sin palabras y el profeta cantaba las fórmulas sagradas, todos danzaban, y al hacerlo se desplazaban de manera que su rostro mirara al Sur, después al Oeste, al Norte, para detenerse de nuevo en el Este, mirando esta vez hacia el árbol sagrado.

Los cantos y los toques de tambor cesaron y los danzantes fueron a sentarse al Oeste del pabellón, en los lechos de salvia que les habían preparado. Los ayudantes frotaron los cuerpos de los danzantes para quitar la pintura y luego pusieron sobre sus cabezas coronas de salvia y plumas de águila; las mujeres hicieron lo mismo en sus cabelleras.

Durante toda la danza del sol llevamos coronas de salvia en la cabeza, pues es señal de que nuestros pensamientos y nuestros corazones están cerca del Gran Espíritu y de sus Poderes, ya que la corona representa las cosas celestes —las estrellas y los planetas— que están llenas de misterio.

Aquel Que Se Extiende indicó entonces a los hombres cómo debían pintarse: la parte superior del cuerpo, a partir del vientre, de rojo, y el rostro también de rojo; el rojo representa, en efecto, todo lo que es sagrado, y especialmente la Tierra; así, pues, debemos acordarnos de que nuestros cuerpos vienen de la Tierra, y de que volverán a ella. Hay que pintar un círculo negro alrededor del rostro, pues este círculo nos ayuda a acordarnos del Gran Espíritu, quien, como el círculo, no tiene fin. Como he dicho a menudo, hay mucho poder en el círculo; los pájaros lo saben, puesto que vuelan en círculo y construyen sus nidos en esta forma; también los coyotes lo saben, pues viven en tierra en agujeros redondos. Debe trazarse una línea negra desde la frente hasta el entrecejo, y otra línea en cada mejilla, así como en la barbilla: estas cuatro líneas representan los cuatro Poderes de las cuatro Direcciones.

Se pintan, además, rayas negras alrededor de la muñeca, del codo, de la parte superior del brazo y de los tobillos; debéis saber que el negro es el color de la ignorancia 8, y por tanto estas rayas son como los lazos que nos atan a la tierra.

Observaréis, también, que estas rayas parten de la tierra y no suben más arriba de los senos, pues allí es donde las correas están sujetas al cuerpo; estas correas son como rayos de luz del Gran Espíritu. Así, cuando tiramos de estas correas hasta desprendernos de ellas, es como si el Espíritu fuera liberado de nuestros cuerpos oscuros.

Cuando se ejecutó esta danza por primera vez, todos los hombres iban pintados de esta manera, y no es sino desde una época reciente que cada danzante va pintado de un modo diferente según la visión que pueda haber tenido. Cuando todos se hubieron pintado, los danzantes se purificaron con el humo de la hierba aromática y se pusieron los diversos símbolos que he descrito. El danzante que había hecho voto de acarrear los cuatro cráneos de bisonte llevaba una forma de bisonte sobre el pecho, y en la cabeza unos cuernos hechos con salvia.

7

En cuanto los preparativos hubieron terminado, los danzantes se situaron al pie del árbol sagrado, al Oeste; y, mirando la copa del árbol, levantaron la mano derecha y tocaron sus silbatos de hueso de águila; mientras, el gran sacerdote rezó:

«Oh Abuelo Wakan-Tanka, inclínate y dirígeme una mirada cuando elevo la mano hacia Ti. Ves aquí los rostros de mi pueblo. Tú ves los cuatro Poderes del Universo y nos has visto ahora en cada una de las cuatro Direcciones. Has visto el lugar sagrado y el centro que hemos fijado, en los que vamos a sufrir. Te ofrezco todo mi sufrimiento por el bien de mi pueblo.»

Hay un buen día sobre mi frente, puesto que estoy ante Ti, y esto me acerca a Ti, ¡oh Wakan-Tanka! Es tu luz la que viene con la aurora y la que atraviesa los cielos. Estoy de pie sobre tu Tierra sagrada. ¡Ten misericordia de mí, oh Wakan-Tanka, para que mi pueblo viva!»

Entonces todos los cantores se pusieron a cantar a coro:

«¡Oh Wakan-Tanka! ¡Ten misericordia de mí!
¡Hago esto para que mi pueblo viva!»

Los danzantes giraron en círculo hacia el Este, mirando hacia la copa del árbol, al Oeste; y, levantando las manos, cantaron:

«Nuestro Abuelo Wakan-Tanka me ha dado un sendero que es sagrado.»

Yendo ahora hacia el Sur y mirando hacia el Norte, Los danzantes tocaron sus silbatos de hueso de águila, mientras los otros cantaban:

Viene un bisonte, dicen;
¡Ya está aquí!
El Poder del bisonte viene;
¡Ya está sobre nosotros!

Durante este canto, los danzantes se desplazaron en círculo hacia el Oeste e hicieron frente al Este tocando sin descanso sus estridentes silbatos de hueso de águila. Luego fueron al Norte e hicieron frente al Sur, y finalmente fueron de nuevo al Oeste e hicieron frente al Este.

Entonces todos los danzantes prorrumpieron en sollozos; el profeta recibió una correa y dos alfileres de madera, fue al centro y, asiendo el árbol sagrado, sollozó:

«¡Oh Wakan-Tanka, ten misericordia de mí! ¡Hago esto para que mi pueblo viva!»

Llorando continuamente, fue al Norte y desde allí dio la vuelta completa al recinto, deteniéndose en cada uno de los veintiocho postes. Llevando consigo sus alfileres y sus correas, los danzantes hicieron como él, y cuando todos estuvieron en el Norte, de cara al Sur, el profeta fue de nuevo al centro y asió con las dos manos el árbol sagrado. Mientras los cantores y los tambores aceleraban el ritmo de sus cantos y redobles, los ayudantes se levantaron de un salto, agarraron rudamente al gran sacerdote y lo lanzaron al suelo; uno de ellos tiró de la piel del seno izquierdo del gran sacerdote y clavó en él un bastoncillo acerado, e hizo lo mismo con el seno derecho. La larga correa de cuero crudo fue fijada por el medio alrededor del árbol sagrado, cerca de la cúspide, y sus dos extremos fueron sujetados a los alfileres clavados en el pecho de Aquel Que Se Extiende. Los ayudantes le pusieron en pie rudamente; empezó a tocar su silbato de hueso de águila e, inclinado hacia atrás y sostenido por sus ataduras, se puso a danzar. Danzará en esta posición hasta que las correas se desprendan de su carne.

Quiero explicaros ahora por qué utilizamos dos correas que, a decir verdad, no son más que una muy larga, sujeta en el centro del árbol y hecha con una sola piel de bisonte cortada circularmente. Esto debe hacernos recordar que, si bien parece que haya dos correas separadas, éstas no son en realidad más que una sola: sólo el ignorante ve como múltiple lo que realmente es único. Esta verdad de la unidad de todas las cosas la comprendemos un poco mejor participando en este rito y ofreciéndonos nosotros mismos en sacrificio.

El segundo danzante fue al centro y, al igual que el profeta, abrazó el árbol y rompió en sollozos. Los ayudantes se precipitaron sobre él y, después de tirarlo rudamente al suelo, perforaron sus senos y su espalda a derecha e izquierda; clavaron en su carne unas agujas de madera a las que ataron cuatro correas cortas. Este valiente fue entonces atado entre cuatro postes, tan fuertemente que no podía moverse hacia ningún lado.

Primero lloró, no de dolor como un niño 9, sino porque sabía que sufría por su pueblo y comprendía la santidad de la unión en su cuerpo de las cuatro Direcciones, en cuyo centro se convertía así realmente. Elevando las manos hacia el cielo y tocando su silbato, este hombre iba a danzar hasta que las correas se arrancaran de su carne.

El tercer danzante, el que quería llevar cuatro cráneos de bisonte, fue al centro y, después de abrazar el árbol sagrado, fue a su vez derribado y puesto de cara al suelo; le clavaron cuatro bastoncillos que atravesaron la carne de su espalda y en los que sujetaron los cuatro cráneos de bisonte. Los ayudantes tiraron de los cráneos para asegurarse de que aguantaban firmemente; luego dieron al danzante su silbato de águila, que tocó sin cesar mientras danzaba. Creo que comprenderéis hasta qué punto esto era doloroso para él, pues a cada movimiento los cuernos puntiagudos de los cráneos penetraban en su piel, pero en aquellos tiempos nuestros ho mbres eran valerosos y no mostraban la menor señal de sufrimiento; estaban realmente contentos de sufrir por el bien de todos.

Parientes y amigos se acercaban a veces a los danzantes y danzaban a su lado para alentarles, o bien una muchacha que amaba a uno de ellos cogía una hierba que había masticado y la ponía en la boca de este danzante para darle fuerzas y calmar su sed. El tañido de los tambores, los cantos y la danza nunca se detenían, y se podía oír, dominando a los demás sonidos, el pitido agudo de los silbatos de hueso de águila.

El cuarto hombre, el que había formulado el voto de dar doce pedazos de su carne, avanzó y se sentó al pie del árbol, al que asió con las dos manos; los ayudantes cogieron una lezna tallada en un hueso y en diversos lugares levantaron la carne, de la que cortaron seis pedacitos en el lado derecho y otros seis en el lado izquierdo. Esta carne se dejó como ofrenda al pie del árbol, y el hombre se puso en pie y se sumó a la danza con los demás.

De igual modo, el quinto danzante sacrificó ocho pedazos de su carne; el sexto dio cuatro de la suya y el séptimo sacrificó dos. Por último, la mujer abrazó el árbol, se sentó y dijo entre lágrimas:

«Padre Wakan-Tanka, en este único pedazo de carne me ofrezco a Ti, a tus Cielos, al Sol, a la Luna, al Lucero del Alba, a los cuatro Poderes y a todas las osas.»

Continuaron danzando, y la gente aclamaba al profeta, diciéndole que tirara más fuerte de las correas, lo cual hizo hasta que por fin una de ellas se soltó, y todos gritaron «¡hi ye!».

Cayó, pero le ayudaron a levantarse y continuó danzando hasta que la otra correa se arrancó. Cayó de nuevo, pero se puso en pie y levantó las manos al cielo, y entonces todo el mundo le aclamó con grandes voces. Le sostuvieron hasta que llegó al pie del árbol sagrado, donde descansó en un lecho de salvia; tiró de la carne palpitante de sus senos y arrancó doce trozos, que puso al pie del árbol.

Los hombres-medicina pusieron una hierba curativa sobre sus heridas y lo trasladaron a un lugar a la sombra en el que descansó unos instantes; luego se levantó y continuó danzando con los demás.

Al fin, el hombre que había danzado mucho tiempo con los cuatro cráneos perdió dos, y entonces el profeta ordenó que se le cortara la piel de modo que los otros dos cráneos se desprendieran. Pero a pesar de haberse liberado de los cuatro cráneos, este valiente continuó danzando.

Entonces, el que había danzado en el centro de los cuatro postes rompió dos de sus ataduras; el profeta dijo que ya había soportado bastante, y con un cuchillo se le cortó la piel, de modo que se vio libre de las otras dos ataduras, Estos dos hombres ofrecieron entonces cada uno doce pedazos de su carne al árbol sagrado, y todos los danzantes y muchas otras personas prosiguieron la danza hasta que el sol estuvo a punto de ponerse.

8

En el momento que precede a la puesta del sol se llevó un Calumet a los danzantes y a los cantores como señal de que su cometido había terminado y de que podían fumar.

Entonces los danzantes y el guardián de la Pipa se sentaron al Oeste del pabellón, y la mujer tomó en sus manos la Pipa que había quedado frente a ella; levantando el cañón de la Pipa, caminó alrededor del cráneo de bisonte y se detuvo ante el guardián del Calumet; y rezó así:

«¡Oh Padre santo, ten piedad de mí! Ofrezco mi Calumet al Gran Espíritu¡. ¡Oh Abuelo Wakan-Tanka, ayúdame! Hago esto para que mi pueblo viva y para que crezca conforme al misterio.»

La mujer ofreció tres veces el Calumet al guardián, y a la cuarta vez se lo entregó.

«¡How!», dijo el guardián al recibir la Pipa; luego se alejó y se quedó bajo el árbol sagrado, al Norte, y gritó cuatro veces: «¡Hi-ey-hey-i-i!» Y oró así:

«Abuelo Wakan-Tanka, Tú estás más cerca de nosotros que cualquier otra cosa, hoy has visto cuanto hemos hecho. Ahora se ha acabado, nuestra tarea está terminada. Hoy un ser bípedo ha llevado a cabo un rito muy sagrado que Tú le ordenaste realizar. Estos ocho hombres aquí presentes Te han ofrecido sus cuerpos y sus almas. Con su sufrimiento han enviado sus voces hacia Ti; incluso han ofrecido una parte de su carne, que está ahora al pie de este árbol sagrado. El favor que ellos Te piden es que su pueblo camine por el sendero de la vida y que crezca según el misterio 10».

«Mira esta Pipa que Te hemos ofrecido, junto con la Tierra, los cuatro Poderes, y todas las cosas. Sabemos que somos parientes, que formamos una unidad con todo lo que hay en el Cielo y en la Tierra, y sabemos que todas las cosas que se mueven son un pueblo como nosotros. Todos deseamos vivir y crecer según el misterio. El lucero del alba y la aurora que viene con él, el sol de la noche (la luna, hanhepi wi) y las estrellas del cielo han estado todos aquí reunidos. Tú nos has enseñado nuestro parentesco con todas las cosas y todos los seres, y Te damos las gracias por ello, ahora y siempre. Que seamos continuamente conscientes de este parentesco existente entre los cuadrúpedos, los bípedos y los volátiles. ¡Que todos podamos alegrarnos y vivir en paz!»

Mira este Calumet, que es el que el cuadrúpedo 11 trajo a la nación 12; con él hemos cumplido su voluntad. Oh Wakan-Tanka, tú has puesto a tu pueblo en un sendero sagrado; que pueda seguirlo con paso firme y seguro, cogido de la mano de sus hijos, y que los hijos de sus hijos caminen también según el misterio.»

Ten piedad, oh Wakan-Tanka, de las almas que han recorrido la tierra y han partido.

¡Que estas almas sean dignas de caminar por el gran sendero blanco que Tú has establecido! Vamos a encender y a fumar el Calumet, y sabemos que esta ofrenda es muy benéfica. El humo que se elevará se extenderá por todo el Universo, y todos los seres se alegrarán.»

Entonces los danzantes se sentaron al Oeste del pabellón y el guardián quitó la grasa de la cazoleta de la Pipa y la puso sobre una costilla purificada de bisonte. La Pipa fue encendida con una brasa y, después de ofrecerla a las seis Direcciones y de dar unas bocanadas, el guardián la pasó a Aquél Que Se Extiende, quien a su vez la ofreció entre lágrimas, dio unas bocanadas y la pasó a la persona que tenía al lado. Cada uno de los hombres, después de ofrecerla y fumar, la devolvía al gran sacerdote, quien la ofrecía al hombre más próximo. Una vez todos hubieron fumado, el profeta depositó lenta y cuidadosamente las cenizas en medio del altar y rezó:

«Oh Wakan-Tanka, este lugar sagrado es tuyo. En él se ha realizado todo… Nos alegramos por ello.»

Dos ayudantes pusieron entonces sobre el altar unas cenizas del fuego de misterio situado al Este del pabellón; de igual modo, se puso sobre el altar barro purificado, y después todas las guirnaldas, las pieles, las plumas y los símbolos utilizados en la danza fueron amontonados en el centro del emplazamiento sagrado. Se hizo esto porque estas cosas eran demasiado sagradas para ser conservadas, y debían regresar a la tierra. Sólo se conservaron el vestido de piel de bisonte y los silbatos de hueso de águila; estos objetos serán siempre considerados como particularmente venerables, ya que se han empleado en la primera gran fiesta de la danza del sol.

Encima del montón formado por los objetos utilizados en el rito se colocó el cráneo de bisonte; este cráneo nos recuerda la muerte y también nos ayuda a recordar que aquí se ha consumado un ciclo. Entonces todos se alegraron, y los niños fueron autorizados a gastar bromas a los viejos, pero nadie se preocupó por ello y no se les castigó, pues todo el mundo estaba contento.

Sin embargo, los danzantes aún no habían terminado: cogieron sus vestidos de piel de bisonte y volvieron a la tienda de los preparativos; una vez allí, se quitaron sus ropas con la excepción del taparrabos y entraron en la cabaña del inipi, salvo la mujer, que estaba encargada de custodiar la puerta. Se introdujeron las cinco piedras y se fumó el Calumet por turno; pero antes de fumar los hombres lo apoyaban en una de las piedras. Se cerró la puerta y el gran sacerdote dijo lo siguiente:

«Parientes, deseo decir unas palabras. ¡Escuchad con atención! Hoy habéis hecho una cosa llena de misterio, pues habéis dado vuestros cuerpos al Gran Espíritu. Cuando regreséis con los vuestros acordaos siempre de que gracias a este acto habéis sido santificados. En el futuro vosotros seréis los guías de vuestro pueblo, y debéis ser dignos de este piadoso deber. ¡Sed misericordiosos con los vuestros, sed buenos con ellos y amadles! Pero acordaos siempre de esto: que vuestro pariente más próximo es vuestro Abuelo y Padre Wakan-Tanka, y que después de Él viene vuestra Abuela y Madre la Tierra.»

Se derramó agua sobre las piedras calientes, y cuando el vapor hubo llenado la pequeña cabaña y en ella hacía mucho calor, se abrió la puerta e introdujeron agua. Se mojó hierba aromática en el agua y se aplicó a los labios de los danzantes, y ésta fue toda el agua que en aquel momento pudieron recibir. Se pasó la Pipa por todo el círculo, se cerró la puerta y de nuevo el profeta se dirigió a los hombres:

«Gracias a vuestras acciones, hoy habéis reforzado el círculo de nuestra nación. Habéis hecho un centro sagrado que estará siempre con vosotros, y habéis creado un parentesco más estrecho con todas las cosas del Universo.»

De nuevo se derramó agua sobre las piedras, y mientras el vapor subía, los hombres cantaron. Cuando se abrió la puerta por tercera vez, los hombres fueron autorizados a beber un sorbo de agua, y el Calumet recorrió el círculo como antes. De nuevo se cerró la puerta, y mientras de las piedras se elevaba el vapor, todos los hombres cantaron:

¡Envío una voz a mi Abuelo!
¡Envío una voz a mi Abuelo!
¡Escúchame!
¡Junto con todas las cosas del Universo
Envío una voz al Gran Espíritu!

El profeta dijo:

«Los cuatro senderos de los cuatro Poderes son vuestros parientes cercanos. La aurora y el sol del día son vuestros parientes. El lucero del alba y todas las estrellas de los cielos sagrados son vuestros parientes. Acordaos siempre de esto.» La puerta fue abierta por cuarta y última vez, y los hombres bebieron tanta agua como desearon, y cuando hubieron terminado de beber, Aquél Que Se Extiende dijo estas últimas palabras:

«Habéis visto ahora cuatro veces la luz del Gran Espíritu. Esta luz estará siempre con vosotros. Acordaos de que hay cuatro pasos que conducen al final del sendero sagrado 13.

¡Pero llegaréis hasta allí! ¡Está bien! ¡Se ha terminado! ¡Hechetu welo!

Los hombres volvieron entonces a la tienda de los preparativos, donde se les sirvió mucha comida, y todo el mundo estaba feliz y contento. Se había realizado una gran cosa; en los futuros inviernos, la vida de la nación recibiría mucha fuerza gracias a este gran rito.


Notas:

1 En el Atharva Vêda Sanhitâ de las Escrituras hindúes, el significado simbólico del árbol del mundo es del todo idéntico al que tiene el árbol entre los lakotas: «El árbol del mundo, cuyo tronco es también la columna del sol, el poste del sacrificio y el axis mundi que se eleva sobre el altar que hay en el ombligo de la tierra, penetra por la puerta del mundo y se despliega por encima del techo del mundo (Atharva Vêda Sanhitâ, X, 7-21), como «la rama no-existente (no-manifestada) que nuestros difuntos conocen como el Supremo» (Atharva Vêda Sanhitâ, X, 7-21).» (Citado por A. K. Coomaraswamy en Swayamatrna: Janua Coeli, Zalmoxis.) Para una explicación completa del simbolismo del árbol, ver René Guénon, Le Symbolisme de la Croix, cap. IX.

2 Alce Negro nos explicó un día que el árbol sagrado destinado a la danza del sol es capturado como un enemigo por la razón siguiente: «Poco tiempo después de que se nos entregara la Pipa sagrada, fuimos de caza y cogimos la cabellera de un enemigo; fijamos esta cabellera a la Pipa para guardar así un alma en nuestro centro, con el fin de que también los bípedos, junto con todos los demás seres del Universo, estuvieran representados en la Pipa. En recuerdo de este hecho cogemos el árbol como si fuera un enemigo, pues, como veis, el árbol también va ahora a nuestro centro como lo hizo el alma del enemigo muerto. Los nuestros no mataban jamás como lo hacen los blancos; para nosotros era una cosa sagrada y honrábamos grandemente a los muertos en la batalla, incluso cuando eran enemigos.» Creemos que no está de más
completar este relato de Alce Negro con esta explicación de origen omaha: «Mi hijo ha visto un árbol maravilloso. Las Aves del Trueno van y vienen alrededor de este árbol, y forman una estela de fuego que deja tras de sí cuatro senderos de hierba quemada que se extienden hacia los Cuatro Vientos. Cuando las Aves del Trueno se posan en este árbol, éste estalla en llamas y el fuego asciende hasta la cúspide. El árbol arde, pero nadie puede ver el fuego, salvo por la noche. La tribu deliberó sobre lo que esto podía significar, y los jefes dijeron: “Iremos a buscarlo; poneos vuestros atavíos y preparaos como si fuerais al combate.” Los hombres se desvistieron, se pintaron, se pusieron sus adornos y se fueron en busca del árbol, que se alzaba cerca de un lago. Se precipitaron hacia él como si le atacaran, como si fuera un guerrero enemigo.
Todos corrieron. El primero en alcanzar el árbol fue un ponca, y lo golpeó como lo hubiera hecho con un enemigo. Derribaron el árbol, y cuatro hombres en fila lo llevaron sobre sus hombros hasta el pueblo.» (Fletcher and La Flesche, The Omaha Tribe, año 27º, Rep. Amer. Bur. Ethnol., pp. 217-219.)

3 Yalâl ed-Dîn Rûmî dice, hablando de los derviches y el combate espiritual: «Hay hombres que danzan y giran en el campo de batalla; en ellos unos músicos tocan la pandereta: en su éxtasis, los mares estallan en espuma. Vosotros no lo veis, pero, para sus oídos, hasta las hojas de los árboles tocan palmas …hay que poseer el oído espiritual, no el del cuerpo.» (Yalâl ed-Dîn Rûmî, Matnawi.)

4 Esta lanza o vara servía para «contar golpes» (to count coups), es decir, para tocar al enemigo —no para matarlo—, lo cual era considerado como una gran proeza.

5 Hablando propiamente, el acto espiritual no concierne al individuo, sino al estado de existencia del cual el ser singular es una expresión, y a fortiori a la Divinidad de la que es como un reflejo. Un acto tal implica siempre la consciencia de la indistinción entre el «yo» y el «prójimo», y luego, en un grado todavía más elevado, la de la indistinción entre el «nosotros» y el «Sí mismo».

6 Se trata de la tira de cuero sin curtir que va del árbol central al pecho del danzante.

7 Esta brasa ha sido tomada de un fuego que ha estado ardiendo durante toda la noche anterior, y que arderá todas las noches mientras dure la danza. Está situado al Este, fuera del pabellón, y, según Alce Negro, se mantiene encendido para recordar la eterna presencia de Wakan-Tanka. Durante el día este fuego no es necesario, pues ya está el sol para recordar esta presencia.

8 Los sioux también pintan de negro sus rostros con ocasión de la danza que se ejecuta cuando regresan del sendero de la guerra, pues, como decía Alce Negro: «Sabemos que yendo por el sendero de la guerra hacemos algo malo y deseamos ocultar nuestros rostros a Wakan-Tanka.»

9 Esto es evidente, pues el indio debía soportar los peores sufrimientos sin una queja. Todos los pueblos guerreros son estoicos, pero ninguno ha superado a los pieles rojas en el dominio del dolor. Las lágrimas en cuestión tienen por finalidad apiadar a la Divinidad.

10 Repetimos que el ego se identifica siempre con la colectividad. «Que todos los seres sean felices», dice la plegaria budista. Por otra parte, no hace falta decir que la vida «sagrada» y la conformidad con el «misterio» coinciden con la obtención de la salvación.

11 La Bisonte celeste.

12 La «nación» o el «pueblo» se identifica en último término con el «género humano». Contando en milenios, la escisión en «tribus» es relativamente tardía; esto es lo que expresan los sioux cuando dicen que todas las tribus indias se separaron de ellos en el transcurso de los siglos, que ellos son la humanidad primitiva. Otros indios afirman lo mismo de su propia tribu.

13 Los cuatro pasos representan para los sioux las cuatro edades o fases de un ciclo: la edad de la roca, la edad del arco, la edad del fuego y la edad de la pipa; la roca, el arco, el fuego y la pipa constituyen cada uno de ellos el principal soporte ritual de la edad respectiva. Las cuatro edades pueden también referirse, desde el punto de vista microcósmico, a las cuatro fases de la vida humana, desde el nacimiento a la muerte.

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