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Viaje al Río de la Plata. Ulrico Schmidl
Capítulo 47. De los maygennos y karckhokíes y de las salinas |
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Después que ya todo esto se había concluido, a los 3 días, los carios se mandaron mudar con tanto sigilo que nosotros no nos apercibimos de ello, y alzaron sus arcos y flechas, marcharon unas 2 ó 3 millas (leguas) de nuestro real, alcanzaron a los fugitivos maygennos, pelearon estas 2 naciones una con otra allí con tal encarnizamiento que de los carios perecieron más de 300 hombres, y de los meygennos, sus enemigos, innumerables personas, como para no escribirlo; eran ellos tantos que llenaban una milla (legua) entera de camino. Entonces nuestros carios enviaron un correo a nuestro capitán en el pueblo y pidieron y suplicaron que fuésemos en su ayuda, que ellos estaban acampados en un bosque, que no podían moverse ni para atrás ni para adelante, y también que estaban rodeados por los maygennos.
Cuando nuestro capitán esto supo no perdió un momento e hizo reunir los caballos y 150 cristianos y 1.000 carios de los nuestros; el resto de la gente tenía que quedarse en el real y defenderlo, porque los maygennos nuestros enemigos no lo sorprendiesen durante nuestra ausencia; en seguida marchamos con los dichos caballos, 150 cristianos y 1.000 carios o indios en auxilio de los susodichos carios nuestros. Después que los maygennos nos vieron y observaron, abandonaron ellos su real y huyeron a prisa de allí; nosotros también los perseguimos, pero sin poderlos alcanzar. Mas como les fue al fin y al cabo, [eso que] marchábamos de regreso a nuestra ciudad, de donde habíamos salido, será asunto para después. Así pues llegamos a los carios y dimos con muchos muertos de ellos y de los enemigos maygennos, cosa que nos causó admiración; pero nuestros amigos los carios, que aun quedaban con vida, se alegraron mucho porque habíamos llegado nosotros para ayudarlos. Después marchamos juntos con ellos de regreso a nuestro real y nos quedamos allí 4 días largos, y teníamos en este pueblo de los maygennos abundancia de comida y todo lo necesario.
Allí nos pareció bien a todos juntos llevar a cabo nuestro proyectado viaje, ya que se nos proporcionaba la ocasión de experimentar cómo era la tierra, por eso también nos pusimos en camino y marchamos 13 días largos, hay más o menos a nuestro juicio 72 millas (leguas) a una nación llamada karckhokies, y cuando estábamos en los primeros 9 días de este viaje llegamos a una tierra que tenía de largo y de ancho 6 millas (leguas) de camino, en que no había otra cosa que pura sal de buena calidad, tan gruesa que parece que hubiese nevado; la tal sal se conserva invierno y verano.
En esta tierra de salinas permanecimos 2 días de tiempo, porque no sabíamos por donde salir ni por qué camino tomar para acabar con nuestro ya emprendido viaje. Aquí nos favoreció Dios el Todopoderoso, así que tomamos el buen camino y llegamos, pasados 4 días de viaje, a los kharckhokies; y cuando nosotros estábamos como a 4 millas (leguas) del propio pueblo, mandó allá 50 cristianos y 500 carios, para que preparasen losament (alojamiento). Después que nosotros ya habíamos entrado en el pueblo, encontramos allí una gran nación reunida, como no habíamos visto otra igual en este viaje, por lo que nos pusimos en bastante cuidado. Pero en este apuro hicimos que uno de los nuestros volviese atrás e hicimos saber al capitán el lance que nos esperaba para que viniese a socorrernos lo más pronto posible; y tan luego como nuestro capitán recibió el tal mensaje, se apareció esa misma noche con toda la gente y esa mañana entre 3 y 4 estaba ya con nosotros. Mas los karkhokhies ignoraban que tenían que habérselas con más gente que nosotros los de antes, y así no pensaban en otra cosa que en la derrota segura que nos esperaba. Pero después que ellos comprendieron y vieron que nuestro capitán había llegado con más gente allí, quedaron muy pesarosos, en seguida nos manifestaron su buena voluntad y pacífica intención en todo, porque otra cosa ya no podían hacer, sin exponer a sus mujeres, e hijos y a su pueblo; mientras tanto nos traían carne de venados, gansos, gallinas, ovejas (guanacos) avestruces ennden (antas), conejillos y más otras piezas de campo y aves, de que había gran abundancia en la tierra.
Ellos los Indios se ponen una piedra redonda y azul del tamaño de una dama en los labios. Sus defensas o armas son dardes (dardos), arcos y flechas, y más, paveses hechos de annda (anta) o sean rodelas. Pero sus mujeres tienen un canutillo asegurado a los labios en el que meten ellas una piedra verde o gris. También visten un dipoe (tipoy), que se teje de algodón, del tamaño de una camisa, pero no tiene mangas; y son mujeres hermosas, porque no hacen otra cosa que coser y cuidar la casa; el hombre tiene que trabajar en el campo y procurar todo lo necesario.
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Fuente:
http://www.cervantesvirtual.com