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ZRÕARÃ NÊBURÃ. Literatura Oral Emberá
Floresmiro Dogiramá. I. HISTORIAS DEL PRINCIPIO
II. HISTORIAS DE TRUENO III. HISTORIAS DE CUÑADOS
IV. HISTORIAS DE JAIBANAS
V. HISTORIAS DE GUERRA
VI. HISTORIAS DE CIMARRONES
VII. HISTORIAS DE ANIMALES
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Introducción
Las gentes que a sí mismas se llaman emberá se hallan dispersas por una gran extensión territorial que va desde la provincia de Darién en Panamá hasta el río Cayapas en Ecuador. Habitan parajes retirados y cabeceras de pequeños afluentes y rara vez pasan de pocos centenares en una localidad específica. Las mayores concentraciones se encuentran en Panamá y en los departamentos de Chocó, Antioquia, Córdoba y Risaralda aunque hay comunidades más reducidas en Caldas, Quindío, Valle, Cauca y Nariño. Unas pocas familias han migrado en las últimas décadas al Caquetá y al Putumayo. Los emberá presentan una serie de características comunes con los indígenas waunanas oriundos del bajo río San Juan. Cultural y socialmente son muy similares y su diferenciación es principalmente lingüística aunque los estudiosos han clasificado estas lenguas como cercanamente emparentadas y únicas componentes actuales del grupo lingüístico Chocó. El número total de estas gentes puede estar cerca de los 40.000 individuos.
Lugares mencionados en las historias. |
El idioma emberá presenta una gran dialectización y se puede hablar de más de diez zonas lingüísticas. Este factor, así como la variedad de apelativos que les han atribuido sus vecinos negros o blancos han velado un poco el origen común de esta etnia, una de las más numerosas del país. En el Chocó y en la zona del litoral pacífico tanto waunanas como emberás son conocidos como "cholos"; en Risaralda y Caldas se les denomina "memes" o "chamíes"; en Antioquia y en Córdoba se les llama "catíos" pero las crónicas coloniales muestran como los catío eran gentes que tenían por centro el río Penderisco, elaboraban tejidos, tenían representaciones jeroglíficas y que á finales del siglo XVI fueron vencidos y exterminados por los españoles. Los emberá migraron por el Atrato y fueron ocupando estas zonas en el siglo XVII, posteriormente colonos y misioneros empezaron a denominarlos catíos creyéndolos sobrevivientes de estos.
En la zona de la cordillera occidental las características geográficas han ocasionado algunas diferencias con los indígenas de la selva del Pacífico propiamente dicha, quienes dependen el gran parte del río como fuente de subsistencia y medio de transporte.
La selva super húmeda de la llanura del Pacífico ha determinado en gran medida el modo de vida de los emberá. La mayoría de los métodos de aprovechamiento de este medio forestal usados hoy, eran ya conocidos por los indígenas antes de la llegada de los españoles. La construcción y manejo de canoas, el sistema de tumba de monte, la siembra de maíz al voleo, las habitaciones sobre pilotes, el cultivo de caña, de plátano y de la mayoría de las especias vegetales domésticas. Algunos especialistas han calificado al maíz indígena, conocido como chococito, como una de las especies más antiguas y la de mayor resistencia al medio selvático. A su vez los emberá adoptaron de negros de blancos una serie de usos y de prácticas. El manejo de herramientas metálicas, la cacería con perro y con armas de fuego, la cría de animales y el uso de diversas manufacturas como telas, recipientes, etc. Aprendieron de sus vecinos afroamericanos la música de chirimía y el castellano de la región y a lo largo de los años fueron estableciendo una de las relaciones inter-étnicas menos violentas del panorama colombiano. La magia de los "libres", como se llaman los negros para diferenciarse de los "cholos" o indios, presenta un sincretismo de elementos africanos, españoles e indígenas pero principalmente del último componente. La tradición de cantar para relacionarse con los "jais" o espíritus y la talla de bastones y figurillas rituales son elementos claramente indígenas.
Desde las épocas coloniales los emberá aprendieron a comerciar con los colonizadores blancos. Las crónicas los recuerdan como hábiles para el comercio y para la guerra. Tradicionalmente estos indígenas han vendido canoas, cerdos, cestos y productos agrícolas como cacao, maíz o plátano; y han comprado sal, combustible para alumbrado, condimentos, telas, adornos y artefactos. La fortuna de un emberá consiste en gran parte en los elementos de cocina como molinos, ollas, etc. En los últimos años los radios-grabadoras se han convertido en elementos imprescindibles en todas las casas.
Las limitaciones de la fertilidad del medio han sido sorteadas sembrando huertas que rara vez pasan de tres hectáreas en las que se cultiva un solo producto sea maíz, caña o plátano. Las siembras se utilizan máximo dos años. Es por esto que cada familia necesita un cierto trayecto del río y las casas se encuentran separadas por trechos hasta de varios kilómetros. En algunas zonas se han adoptado cultivos permanentes como cacao o café con fines comerciales.
Las familias emberá son muy independientes entre sí, lo cual no obsta para evitar al máximo el mestizaje o para participar en reiteradas actividades colectivas como mingas o fiestas. La autonomía familiar posibilita la migración y la búsqueda de nuevos territorios; esta movilidad permitió durante tres siglos la supervivencia de los emberá primero en la huida ante el poder militar español y luego ante el avance de la colonización en ciertas zonas.
La vivienda emberá es un ejemplo de adaptación al medio. Son casas con un piso de esterilla de palma o de guadua elevado unos 2 mts sobre la tierra; en un zarzo o cielo raso se guarda el maíz y diversos objetos que son preservados de las plagas por el humo del fogón. Una casa en la que no se cocina con frecuencia se pudrirá rápidamente, especialmente en las hojas del techo. De la tierra al piso y del piso al zarzo se sube por medio de escaleras consistentes en troncos tallados de balso o guadua. Parece que antiguamente todas las casas o "tambos" eran de planta circular pero ahora se ha acogido cada vez con mayor frecuencia el modelo rectangular el cual es más fácil de construir. La escalera se encuentra en una de las esquinas de la casa del lado que da al río o al camino principal. El fogón se encuentra en el sector opuesto a la escalera. De día se pueden utilizar hamacas para descansar o para arrullar los niños pero en la noche todo el mundo duerme en el suelo sobre telas de corteza. Cuentan los viejos que anteriormente en las épocas de guerra mientras los demás dormían el más anciano vigilaba desde una hamaca. La costumbre de enterrar los muertos debajo de la casa ha sido prácticamente desplazada por el uso de cementerios.
Tradicionalmente no existen individuos o instituciones que detenten funciones de jefatura o autoridad. Parece que al abandonar la guerra a finales del siglo XVII, la institución de os caciques guerreros decayó y desapareció. Asimismo tampoco existen grupos estrictos delimitados políticamente como linajes o clanes. La organización social se centra en la familia o en grupos de parientes cercanos. Los ancianos ejercen una autoridad moral de una manera informal. En la actualidad en numerosas localidades se están creando los cabildos indígenas como autoridad y representación de las comunidades dentro las actividades de la nueva organización.
La llegada a la adolescencia de las muchachas es la única ceremonia especial relacionada con el ciclo vital; nacimientos, matrimonios y defunciones no implican ritos o actividades mágico-religiosas de mayor complejidad. El jaibaná es el médico-chamán que tiene contacto con los espíritus que son los que causan enfermedades y "accidentes" y en este sentido pueden hacer bien o mal. Puede ser jaibaná cualquier persona que quiera aprender y su ejercicio se circunscribe al albedrío del iniciado o sea que puede prestar o negar sus servicios. Pueden aprender jaibanismo los hombres y las mujeres y se será más poderoso en tanto más bastones se tengan, los cuales son los símbolos de cada aprendizaje con un maestro distinto.
La posesión territorial se reconoce y se respeta aunque los grupos familiares no están ligados obligatoriamente a un territorio, lo cual ocasiona una gran movilidad migratoria y la colonización de nuevas zonas. Al contraer matrimonio la pareja puede establecerse en el territorio de cualquiera de las dos familias o ir a un nuevo lugar pero por lo general permanecen un tiempo en la tierra de los padres de la mujer.
Las narraciones tradicionales de los emberá se trasmiten generación tras generación. Sin embargo el agudo proceso migratorio y la innegable influencia de la sociedad capitalista con sus medios de comunicación y sus modas hacen que la tradición oral tenga cada vez menos vigencia. Algunos elementos de la mitología permanecen en unas zonas y van siendo olvidados en otras; se plantea entonces una labor de recuperación y de reivindicación de la expresión literaria y lingüística de la etnia emberá.
Una de las zonas hoy pobladas por emberás es el río Baudó. En la parte alta de este río y en dos pequeños afluentes del Pacífico (Chorí y Jurubidá) habitan unos 1000 indígenas. Dicha área tiene la característica de presentar asentamientos indígenas en forma continua o sea que dentro de ella no se encuentra ninguna habitación o posesión de los negros. De esta manera se tiene que esta es una de las áreas de población exclusivamente indígena más considerables del Chocó. Fue allí en donde se recogieron los relatos consignados en el presente volumen.
Los indígenas emberá se hallan esparcidos en una vasta zona del Occidente colombiano. Originalmente establecidos en los cauces altos de los ríos Atrato y San Juan, migraron a diversos lugares como consecuencia de la invasión de los conquistadores europeos. Hábiles guerreros y celosos de su independencia resistieron por más de un siglo las expediciones militares españolas y luego ante la evidente superioridad militar optaron por la retirada a sitios apartados. Son una de las pocas etnias que lograron sobrevivir hasta nuestros días sin haber aceptado la reducción a poblados y los tributos coloniales. Ese mismo espíritu de independencia es el que explica su gran resistencia al mestizaje y a la desaparición cultural.
No obstante lo anterior, en las zonas en donde el capitalismo avanza ya sea tras recursos naturales o en la ampliación de su infraestructura, los territorios indígenas se ven amenazados. Los sistemas comerciales y educativos atentan contra el trabajo y la cultura indígenas. Ante tal estado de cosas los emberá han decidido abandonar casi tres siglos de resistencia pasiva y ahora luchan activamente por sus derechos a través de la Organización Regional Emberá-Waunana, OREWA, creada hace dos años y filial de la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC.
Mauricio Pardo
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