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Chemamull
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Las fabricaban con madera de roble pellín con una altura generalmente mayor a los dos metros. Se colocaba junto al difunto, mientras parientes y personalidades pronunciaban discursos alabando al muerto y recordando sus mayores logros.
En la etapa final de la ceremonia, el chemamull era erigido junto a la tumba para señalar el lugar donde permanecería el cuerpo, de esta manera se garantizaba que el espíritu del difunto, luego de vagar un tiempo entre los vivos como espíritu, realizará su viaje hacia la otra vida, incorporándose a los espíritus de los antepasados que velan por sus parientes vivos.
Funcionaban como una suerte de guardián, que albergaba el alma del difunto mientras que la familia aun sufría por su pérdida. Una vez que la familia se resigna y se va el dolor de la muerte de su ser querido, el alma que anida en su chemamull puede emprender su viaje hacia la otra vida. Si los deudos descuidaban estos ritos, era muy probable que su pillú (ánima del muerto reciente que se resiste a alejarse de su cuerpo) fuera capturado por algún brujo (Calcu) y convertido en un espíritu maligno.
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Permanentes e imperecederos, gigantes con el rojo corazón de madera, los chemamull vigilan impertérritos el sueño de los que ya han partido, señalando el sagrado espacio de la muerte, recordando a los vivos que los abuelos estan siempre cuidado a los hijos, desde el Wene Mapu, el cielo mapuche.
Hoy en día es difícil encontrarse con estos hombres de madera, aunque estas esculturas eran numerosas, los españoles las quemaban al considerarlas representaciones paganas.
Fuentes:
http://www.precolombino.cl/es/expo/permanentes/andesdelsur/chemamull.php
http://chemamull.blogspot.com/