Ajataj. Reina del inframundo.

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Figura suprema del inframundo wichí. Generalmente considerada como una deidad femenina, para algunos investigadores es masculina; la confusión puede surgir por las múltiples apariencias que puede tomar para cometer sus perversidades.
Ajaklalhay

Ajataj. Ilustración de Gabriela Varela.

Nunca está sola, siempre se encuentra rodeada de sirvientes y secuaces -ajat- creados por ella misma. Según los relatos su aparición viene precedida por un silencio sepulcral, en medio de luces extrañas -como si la tierra se abriera en forma de boca incandescente-; se la describe como una mujer de mediana edad, siempre desnuda, de grandes pechos caídos, abundante cabello que ondula en forma extraña, brazos largos y dientes afilados como gato. Sonríe de forma malévola, su comitiva la rodea en actitud displicente, pero dispuestos a cumplir sus órdenes.

Se maneja en forma caprichosa, por medio de los ajat, desencadena y detiene plagas y enfermedades, inclusive en ríos y arroyos y domina a los chamanes, a quienes puede otorgar o quitar sus poderes a voluntad.

Aplacarla requiere de largos ritos, encontrarse con ella generalmente significa muerte.


AjatajNilataj y Ajataj (Relato de Carlos Ortiz recogido por Bunaventura Terán)1

Ajataj es el Dueño de los ajat, el padre de los espíritus peligrosos.

Según dicen, Nilataj y Ajataj decidieron formar en dos años el mundo. En ese tiempo crearon todas las cosas.

Un día Ajataj le dijo a Nilataj:

-Hay mucha riqueza.

Nilataj pensaba lo mismo. Subieron al cielo, cada vez más arriba. Hasta que Ajataj se arrodilló delante de Nilataj y le dijo:

-Ninguno de los dos ha ganado. Vamos a vivir juntos.

Llegó, por esa época, un hombre muy hechicero. Se llamaba Jayawu y de él proviene el poder de los hechiceros actuales.

Surgieron muchos y diferentes ajat y el mundo se fue haciendo cada vez más grande.

Ajataj y Nilataj vivían juntos y Ajataj comenzó a colaborar con Jayawu. Jayawu podía curar el mal, las enfermedades, pues su poder era muy grande. Estas enfermedades tenían sus propios espíritus: el Tijnaiaj, la peste, el Kasitaj, la tos, el Tisnak, mal de ojo, Notokuechá, tuberculosis, Letek Aitaj, dolor de cabeza y Tuluchá, mal de los riñones.

Poco después de la llegada de Jayawu llegaron Chekosec, el cuervo, y Ajunchaj, el carancho. Y también el búho y la lechuza. Todos querían hablar con el hechicero.

Por esa época nació Tokjuaj. El mundo estaba lleno de enfermedades y, cuando Tokjuaj conoció el trabajo de Jayawu, le pareció bueno.

Entonces le preguntó cómo se llamaba el padre de los espíritus peligrosos, pero Jayawu no quiso decírselo. Tokjuaj se transformó en Ajataj y Nilataj le dio poder.

Comenzó a tratar las enfermedades. En vez de guardarlas, las echaba afuera y preparó un gran fuego para eliminarlas. Por eso los ajat sufrían mucho. Ellos se querían esconder y Tokjuaj los encontraba y los sacaba afuera. Después los hacía seguir con el fuego.

Tokjuaj, viendo que Jayawu tenía el poder de Nilataj, comenzó a hacerle brujerías.

Cuando el Ajataj llegó desde su planeta encontró que lo que él había creado era un desastre. Tokjuaj, enterado de su vuelta, se escondió, metiéndose en el fuego. Ajataj daba vueltas alrededor del fuego pero no podía encontrar a Tokjuaj. Poco después encontró a los ajat. Se reunió con ellos y éstos le dijeron que el autor del desastre era Tokjuaj.

El hombre Mal de Ojo estaba sentado debajo de un árbol. Tenía los ojos hinchados, porque si te toca te duelen los ojos. El Dolor de Cabeza estaba con él. De pronto Tokjuaj se les apareció. Y les empezó a pegar con el garrote que traía.

Las pestes no tuvieron más remedio que irse a otro lugar, ya que eran tremendos los golpes que les daba Tokjuaj.

-Yo trabajo con Dios -dijo Tokjuaj.

Nilataj le encomendó entonces la tarea de ir a repartir pan entre la gente que habitaba en una estrella lejana. Pero Tokjuaj, en vez de dar el pan, lo vendía. Lo cambiaba por pescado o por miel. En esa tarea estaba cuando una joven llegó a preguntarle si era él el que vendía el pan. Se trataba de Katés, la mujer- estrella. Era rubia y tenía por marido a Wela. la luna.

Tokjuaj le decía:

-Yo te doy el pan y a la noche te vienes a dormir conmigo.

Pero Katés se negaba. La luna, entre tanto, no se enteró de nada.

Tokjuaj, muy enojado ante el desprecio de la mujer, la golpeó. Luego le robó la corona y todas las joyas, sin importarle nada de los llantos de Katés.

Fue allí donde se le apareció Nilataj. Tokjuaj se arrodilló y le dijo:

-Regalé el pan.

Nilataj le respondió:

-Yo te estuve viendo. Ya no vas a vivir conmigo.

Y lo mandó al río.

Mandó diez bolsas de arena y ordenó a Tokjuaj contar los granitos de arena. Así lo hizo Tokjuaj. Poco a poco iba amontonando los granos que contaba. Pero dicen que cuando estaba por terminar vino un viento y desparramó toda la arena.

Tokjuaj tuvo que empezar de nuevo. Nilataj no perdonó nunca a Tokjuaj. Entonces regresó al planeta en donde anduvo repartiendo pan y allí se transformó en un ser con alas. Y encontró muchas mujeres que no habían conocido hombre.
Entre ellas había una princesa. Ella le dijo que trabajaba con Nilataj.

Tokjuaj se encerró con ella y trató de poseerla. La joven se resistía y gritaba. Pero él la violó. En eso apareció el padre y Tokjuaj escapó, saliendo por la ventana.

El padre de la princesa era Wela, la luna llena. Al ver lo ocurrido salió a perseguir a Tokjuaj.

Cuando éste iba llegando arriba, al lugar donde vivía Nilataj, vio que se le iban cayendo las alas. Comenzó a caer dando grandes gritos. Abajo había un profundo pozo preparado para recibirlo. Tokjuaj iba directamente a él. Pero dicen que tardó mucho en caer. La caída duró como cinco meses. Pero ya no le quedaban alas y al final llegó.

El pozo era oscuro y de gran profundidad. Tokjuaj se transformaba en lechuza y revoloteaba adentro, buscando salir, pero al poco tiempo se le salían las plumas y volvía a caerse.

Después se transformó en chajá. Así quedó y ya no volvió a caerse. Entonces pudo llegar arriba y salió por un agujero.

Afuera escuchó la voz de Nilataj que le decía que ya no iba a poder subir al cielo nunca más.

Tokjuaj se fue a otras regiones. Y ahí termina esta historia.


Fuentes:

Dibujo: Guillermo Fabián

1Libro de Buenaventura Terán