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Ekeko
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El pequeño Ekeko es adorado desde los tiempos de la cultura Tiwanaku (200 a. C.- 700 d. C); tomado y difundido por los incas, tuvo gran arraigo en el noroeste argentino.
En el altiplano boliviano se encontraron pequeñas estatuillas de unos 15 centímetros de jorobados desnudos. Las primeras llevaban una trompeta de caracol en una de las manos que representaba a el trueno. En el incanato se le agregó un gorrito sin orejeras y un gran pene para asociarlo a la fertilidad. Hasta ese momento la joroba se había asociado al rayo y a la fortuna.
En la época de la colonia la figura se hispanizó y adoptó los rasgos satirizados del cruel gobernador Sebastián Segurola, a quién los indígenas detestaban; posteriormente le aumentan una serie de aditamentos relacionados a la provisión de materiales, ya que tiene el carácter de ser un dios de la abundancia.
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Hoy se lo representa como de baja estatura, bigotes ralos, gorro con orejeras, poncho, y grandes ojotas. Una vez al año la feria de Alasita (Bolivia) es el mágico espacio donde la deidad andina reina en un auténtico universo poblado por miniaturas artesanales que representan los sueños y deseos de toda una comunidad.
El poseedor del Ekeko puede agregar nuevas ofrendas en miniatura que se colgarán de la estatuilla o se ubicarán a su lado, representando aquello que se desea obtener.
Para lograr los favores solicitados, hay que hacer "fumar" al Ekeko en el momento en que se pone el objeto. A tal fin, la figura presenta una oquedad en la zona donde debería estar la boca, y es allí donde debe colocarse un cigarrillo encendido. Si el deseo o pedido es aceptado, del cigarrillo saldrá humo como si realmente el Ekeko fumara.
Fuentes: