![]() |
|
Incas: El Reino de los Hijos del Sol
s
Ilustraciones de Herbert M. Herget
Herbert M. Herget (Estados Unidos, 1885 - 1955)
Nació en San Luis, Misuri, allí se graduó en la Escuela Madison, y luego fue a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Washington. De la edición de febrero de 1938 de la revista National Geographic, presentamos sus ilustraciones para el artículo "In the realm of the sons of the sun". Los epígrafes -traducidos- corresponden a la publicación original.
Click en las imágenes para agrandarlas.Tres nobles bromean. El tributo en piojos fue impuesto por Túpac Inca Yupanqui para que los más pobres se limpiasen y no se dejaran comer por los piojos.
En base a los registros españoles, Herget muestra un caballero de la costa con una bata de fino algodón y orejeras de oro; un oficial de las tierras altas con una túnica de lana de vicuña; y otro de la vertiente oriental con un atuendo de plumas.
Nobles privilegiados llevan el magnífico carruaje adornado con plumas y cabezas de zorro.
Le siguen sacerdotes con sus quipus, y luego guerreros con escudos pintados, jabalinas y garrotes para el combate.
El tocado del príncipe, miembro de la familia imperial, incluye un adorno que representa un hacha.
Una de las llamas -molesta por el peso- expulsa por su boca, lo que un cronista portugués describe como "una maravillosa agua apestosa", sus descendientes lo siguen haciendo cuando se irritan.
El tributo consiste en finas piezas textiles y cerámicas y chicha.
A la izquierda, se aprecia la casa del hombre.
El pescado fresco del mar para la cena de los Incas, llega a través de estos hombres que corren con los pies descalzos un promedio de 10 km. por hora, día y noche.
Aquí un mensajero fresco espera en su posta de piedra, para continuar la entrega de la encomienda.
Resplandeciente con su bata, el Villac Umu, o Sumo Sacerdote del sol, sostiene en alto un cuenco de oro para concentrar los rayos sobre la yesca que contiene y comienza a humear. Encenderá el fuego ceremonial en el altar que está detrás de él.
Después de refrescarse y llenar sus vasijas, las niñas con vestidos de algodón y bordados en lana de vicuña, volverán por el puente colgante, a la vivienda de piedra con techo de paja y terrazas ajardinadas.
Entre los ocho y quince años, se consagraban vírgenes al servicio de sol, se las ubicaba en una especie de convento: La casa de las Mujeres Escogidas.
La papa, originaria de Perú, fue introducida en Europa por los españoles. Este agricultor cava con su arado de madera, mientras que la hermana empuña la azada y su esposa carga hacia la casa una bolsa de papas. De su hombro cuelga un recipiente de calabaza que contiene agua. Más allá, se observan cultivos en terrazas sobre las laderas de las montaña.
En un rincón del mercado, una mujer ha acumulado un montón de patatas, pero al parecer no lo suficiente para canjearla por la carne de una pierna de llama.
Tras él, un sacerdote asistente lleva una bebida sagrada en dos tazas de oro, más atrás vienen las Mujeres Escogidas del Sol, cortesanos, soldados y sacerdotes menores. Los habitantes se encuentran de bruces.
El ejército Inca acaba de conquistar la ciudad costera y tomar el sagrado Templo de Pachacámac. En lugar de abolir la religión existente, la combinaron con la propia.
El cortejo se detiene con su cabeza de puma frente al trono imperial brillantemente adornado del Inca, flanqueado por altos sacerdotes y las momias de sus antepasados. Momificados en posición flexionada, eran colocados sobre fardos de un metro de altura, parecía como si estuvieran solemnemente sentados. Permanecían en el Templo del Sol, y se los llevaba a ver este baile anual