Sipa y Komat. Dioses creadores.

Dioses y Personajes Míticos. Pueblos Originarios
Portada Pueblos Originarios Secciones Pueblos Originarios Facebook Pueblos Originarios Twitter Pueblos Originarios

plus Cultura Cucapá (Cocopah)

Para los Cucapá, Sipa y Komat, hermanos gemelos que vivían bajo el agua fueron quienes dieron origen al mundo, la vida y al orden de las cosas.

Existen varias versiones, aquí reproducimos un relato recogido por Everardo Garduño en "Voces y ecos de un desierto fértil" (1991):

"En el principio la tierra no existía. Existía el mundo, sí, pero no la tierra; ésta estaba cubierta por inmensos océanos que lo habitaban todo. Nada existía. Ni animales, ni árboles, ni planta alguna existía, y mucho menos hombres.

Los mellizos Sipa y Komat.
Ilustración de @ce_koyotzin

Pero al fondo del mar, casi en el centro del mundo, como en el vientre materno, vivían dos hermanos, Sipa y Komat eran sus nombres. A ellos se debe todo cuanto existe; a ellos se debe todo cuanto hay.

Todo empezó un buen día en que los dos hermanos, cansados de vivir en las profundidades del océano completamente solos, planearon emerger hasta la superficie. Mientras meditaban cómo hacerlo, Komat encendió un cigarro como para darse ánimos, ya que para llegar a su objetivo, tenían que brincar fuertemente hasta alcanzar el aire. De pronto, un fuerte impulso se apoderó de él y sin pensarlo arrojó bruscamente a Sipa. El pobre hermano a punto estuvo de perecer ahogado, pero agitando sin cesar sus manos y sus pies, logró obtener lo que al principio les parecía imposible a ambos: pudo llegar a respirar fuera del agua. Sorprendido Komat por la proeza de su hermano, le preguntó gritando:

-¿Cómo has hecho para llegar hasta allá?

Y Sipa, que se sentía agredido, por venganza recomendó a Komat que se lanzara al mar, y que una vez allí, abriera sus ojos para divisar la ruta hasta la superficie. Komat, confiado, siguió al pie de la letra lo que le recomendó Sipa. Tomó valor y se arrojó hacia el mar, y una vez en él, quiso ver el camino; el agua penetró dolorosamente en sus dos ojos causándole ceguera, de la cual desde entonces padeció y jamás volvió a sobreponerse. Comprendiendo cada quien su culpa, ninguno albergó rencor en su alma y una vez reunidos nuevamente, descubrieron que lo único que había fuera del agua eran hormigas; hormigas grandes, hormigas pequeñas, hormigas rojas, hormigas voladoras.

Sabían los dos hermanos que las hormigas trabajan la tierra y por ello les pidieron que escarbaran y escarbaran para hacer montoncitos, para hacer bajar el agua y tener dónde habitar. Las hormigas, presurosas como siempre, hicieron caso. Y así fue como se creó la tierra.

Sin embargo, todo estaba oscuro y Sipa trató de resolver ese problema; se dispuso a fabricar un sol y una vez concluida su obra acudió a mostrársela a su hermano. Komat tomó el sol entre sus manos, y palpándolo, se dio cuenta de que era muy pequeño; frunció el ceño, lo elevó sobre su rostro y, aunque ciego, percibió que el sol de Sipa era muy pálido.

-¡No sirve! -dijo Komat- y silencioso, sin decir otra palabra, comenzó a moldear con sus manos otro sol, su propio sol, dando por resultado un hermoso sol radiante, enorme y caliente, que levantó otra vez con sus dos manos y, haciendo un gran esfuerzo, lo lanzó hacia los cielos, hacia el este, para que desde entonces aquel robusto astro luminoso iniciara su eterno y cotidiano viaje del oriente hasta occidente. Los hombres, a los que más tarde crearían, sabrían de esta manera cuándo levantarse, cuándo trabajar y cuándo dormir. Y así fue como se hizo el sol.

Sipa, avergonzado, estuvo a punto de tirar su sol, pero Komat le detuvo la mano y le conminó a que lo conservase.

-Este pequeño sol que tú has hecho -le dijo-puede servir al hombre para conocer las estaciones del año, los meses y los días. Sipa lo conservó. Y así fue como surgió la luna.

Una vez creada la tierra, el sol y la luna, Sipa y Komat emprendieron una gran tarea: fabricar a los hombres. Y poco a poco, de sus hábiles manos empezaron a brotar hombres; hombres de todo tipo: americanos, chinos, mexicanos y hasta indios. Sólo que al tratarse de estos últimos, al concluir su obra, le preguntó uno al otro:

-¿Qué tipo de hombre has fabricado?

Y el interpelado contestaba.

-Cucapá de este u otro linaje.

Y así nacieron los cucapás.

Durante los demás días ambos hermanos se dedicaron a crear los animales. Como Sipa era travieso y Komat estaba ciego, aquél cambió dos veces sus maltrechas creaciones por los perfectos productos de su hermano. Este, desde luego, llegó a enterarse de las trampas de Sipa, pero nada dijo; dejó que transcurriera el tiempo, hasta que un día, para desgracia del paciente hermano, mientras reposaba sentado en la contemplación de su obra, sintió un violento proyectil que le pegó en el trasero. Se llevó su mano hacia esa parte y descubrió asombrado de lo que se trataba; una invención de Sipa: la flecha lanzada por un arco. Ante tal descubrimiento, Komat mostró a su hermano la utilidad del artefacto, pero también le advirtió que éste sólo debía ser usado para matar animales. Y así fue como los cucapás se hicieron cazadores.

Entre los animales que habían creado aquellos dos hermanos se encontraban un coyote y una víbora. Estos dos animales eran también hermanos, y el coyote, igual que Sipa, era travieso; a cada rato, con su hocico, mordisqueaba a la culebra, la cual era inofensiva entonces. Un día, la pobre, fastidiada por su hermano el coyote, pidió auxilio a Sipa, y éste, muy gustoso, la ayudó. Le colocó espinas en la boca y la dotó de un poderoso veneno; sin embargo, al llevar a cabo esta operación, Sipa hirió su mano imperceptiblemente, y sin dañe cuenta quedó contaminado. Cuando el coyote quiso iniciar su entretenido juego con su hermana la víbora, ésta, sin más ni más, le clavó sus espinas e inyectó su letal sustancia. El coyote murió.

Sipa, por su parte, también agonizó, hasta que más tarde halló su muerte.

Antes de morir, dicen algunos, el juguetón hermano arrojó cuatro vómitos: el primero de color blanco, después rojo, luego amarillo y finalmente negro. De la combinación de estos cuatro vómitos surgieron las plantas; las plantas silvestres; ésas que sin mayor cuidado saltan por doquier y ofrecen a los indios la posibilidad de alimentarse.

Desde entonces los indios anduvieron levantando la hierba, las raíces, lo que ¡a tierra les daba. Y así fue como los cucapás se hicieron recolectores.


Fuente:

"Voces y ecos de un desierto fértil"

Everardo Garduño (1991):